
(En capítulo anteriores: Libertad ha descubierto una carta de Jimena, oculta en el despacho de Chiqui Esteban. Marina, la hermana de Eva, ha regresado aunque su vuelta ha provocado una ola de sensaciones encontradas. La última cita de la chica es con el señor Chaflers al que le conmina a que se detenga en sus planes pero el hombre se resiste. La subdirectora de El Madrugador tiene otras preocupaciones porque, cuando acude junto a Laura, Eduardo y Mauri, a casa de Jimena es sorprendida por la comisaria Alejandra y Corrales que les apuntan con sus armas. Natalia sigue preocupada por la extraña desaparición de Carmen)
Querido Chiqui: Ahora que miro hacia atrás me doy cuenta de lo mucho que me has ayudado. Y, aunque te parezca doloroso, ha sido precisamente este recuerdo tan amable de tu bondad y tu amor una de las principales razones que me han hecho recapacitar y cambiar de opinión. No me siento una salvadora ni una arrepentida. Sólo alguien que quiere hacer las cosas bien después de haberlas hecho mal. Creo que aún estamos a tiempo. Y, aunque no fuera así, al menos quiero irme con la sensación de haberlo intentado. No me busques estos días. Si todo sale bien, seré yo quien te encuentre y te daré una sorpresa. Te pondrás muy contento. Entonces te cogeré de la mano y como tú hiciste aquella vez te diré que no te preocupes, que todo a partir de ahora va a ir muy bien. Deja de luchar por una rosa y lucha por tenerlas todas. Con todo el cariño que te puedo dar en estas circunstancias, Jimena.
Libertad terminó de leer la carta. La llevó a la fotocopiadora que el subdirector de La verdad tenía en su despacho y luego cerró cuidadosamente el original para colocarlo tras el cuadro del que se había desprendido. Después abandonó sigilosamente la habitación. Se sentó ante su ordenador pero fue incapaz de escribir. En su mente circulaban centenares de preguntas por aquella misiva que Jimena escribió un mes antes de morir.
Eva levantó las manos. Las pistolas de Alejandra y Corrales apuntaban ahora sólo hacia ella.
- Ahora me vais a explicar tranquilamente vosotros cuatro qué hacéis en la casa de una mujer asesinada. Y espero que seais muy convincentes si no queréis dormir esta noche en los calabozos – avisó la comisaria.
- No creo que podamos explicar nada tranquilamente mientras nos sigáis apuntando con esas armas – le respondió Eva.
Corrales bajó la pistola pero Alejandra mantuvo la posición.
- Aquí quien da órdenes soy yo.
- Sólo estamos investigando el crimen de Jimena. Hemos venido a recabar más datos – se apresuró a contestar Laura.
- Son periodistas. Trabajan en El Madrugador conmigo – le aclaró Corrales.
- ¡Mierda de periodistas metomentodos! ¡Os creeís con derecho a entrar en todos sitios! Pues se os va a caer el pelo – se mostró airada Alejandra mientras bajaba el arma. Eva dirigió su mirada al que creía que era el jefe de edición de su periódico.
- ¿Y tú qué tienes que ver con todo esto?
- La verdad es que no soy fotógrafo, Eva. Soy policía, jefe de la unidad central de homicidios. También estoy investigando la muerte de Jimena – respondió Corrales.
- ¡Lo sabía! Tus fotos no tenían técnica ninguna – exclamó Eduardo felizmente.
Corrales le apuntó con su arma pero Alejandra le ordenó bajarla. La comisaria se sentó en una mesa y, con su mirada, ordenó a todos a sentarse alrededor de ella.
- Bueno, veo que todos estamos aquí para lo mismo. Así que lo mejor es que compartamos la información que tenemos con la condición de que nada de lo que diga aquí pueda ser publicado.
Eva extendió su brazo pero cuando estrechó la mano a la comisaria en señal de pacto, la periodista intervino:
- Ahora no diremos nada pero quiero la exclusiva en cuanto se cierre la investigación.
Alejandra asintió resignada. Durante media ahora los dos grupos intercambiaron información. Eva le relató el hallazgo de las flores en casa de Jimena aunque omitió la presencia de Chaflers en la vivienda. También la aparición del extraordinario expediente académico de la chica y el master de biología avanzada. La comisaria aportó sus últimos avances y reveló el parto de la asesinada. Eva y los demás simularon sorpresa ante la policía aunque ya conocían ese dato.
- En la casa todavía deben quedar pistas. ¡Busquemos! – se animó Eva.
La comisaria iba a protestar pero se sintó sobrepasada por la evolución de los acontecimientos.
- De acuerdo pero no quiero que nadie saque nada de esta casa sin mi supervisión. No hace falta que os diga que habéis hecho allanamiento de morada y os puedo meter en la cárcel en menos que canta un gallo.
El edificio del polígono industrial parecía desde el exterior inactivo. Pero dentro los cánticos resonaban con inusual fuerza.
- ¡Hossana! – cantaban todos los asistentes cubiertos con capucha.
La música retumbaba entre las paredes y el eco de los aplausos acompasados movía las llamas de los dos grandes cirios que custodiaban el trono principal. Entonces el hombre con la máscara de grandes dimensiones salió tras la cortina, se situó frente al atril y se dirigió a los presentes.
- Las noventa rosas ya están cortadas. ¿Las queréis? – exclamó.
- ¡¡¡Sí!!! – respondieron al unísono.
- El gran día está más cerca. Queda muy poco. ¿Estáis preparados?
- ¡¡¡Sí!!!
- Es hora de empezar de nuevo
La música subió de volumen y todos cantaron con gran intensidad. Natalia lloraba de emoción entre el público aunque sus lágrimas estaban ocultas por la capucha. Ahora más que nunca estaba convencida de la importancia de su decisión.
Mientras en casa de Jimena todos buscaban datos cruciales que pudieran dar pistas sobre la investigación, Marta permanecía sentada junto a la ventana. Mauri se le acercó.
- ¿En qué piensas? – curioseó el camarero.
- Pienso en ese bebé. En mi sobrino. Y en lo rara que es la vida. No lo conozco de nada, no lo he visto nunca, pero le quiero.
- La Toñi también decía eso. No hace falta verlo, para meterlo.
- ¿Cómo?
Alejandra y Corrales revisaban juntos unas carpetas que el policía había encontrado en una cajonera. La comisaria trataba de alzar su cabeza por encima del hombro del chico para comprobar el contenido de los papeles. Sus intentos eran casi inútiles. Se acercó tanto que cuando Corrales giró la cabeza levemente, sus labios y los de Alejandra quedaron a escasos milímetros. Pasaron unos segundos que a la comisaria le parecieron eternos. Fue él quien se movió primero.
- ¿Querías ver algo? – dijo Corrales para romper el incómodo silencio.
- Pues… sí… eeeh… ¿Qué son esos papeles?
- Son facturas. Ropa, algún mueble… Nada importante, en principio…
Alejandra se separó prudencialmente y, sin intercambiar palabra, cogió un puñado de documentos y se puso a revisarlos sin levantar la mirada. Laura, mientras, estaba en la cocina. Eduardo entró.
- ¿Quieres algo? – se interesó la chica – Estaba preparándome…
- Qué va. Yo no bebo tan temprano…
- Me estaba haciendo una menta poleo.
- Tampoco, gracias.
- Me he cansado de buscar. La verdad me da un poco de apuro registrarle a una mujer muerta todas sus cosas. Cuando mi madre murió, no me atreví a tocar nada. Ni siquiera su armario. Y eso que tenía unas blusas monísimas…
- Murió de cáncer, ¿no?
Laura no respondió y sus ojos se nublaron. Eduardo reaccionó rápido.
- Lo siento, no quería importunarte. Soy un metepatas.
- No pasa nada. Lo que ocurre es que nunca he hablado de mi madre con nadie. Eres el primero que me pregunta.
- Lo leí en un reportaje sobre tu padre en El madrugador.
- Sí, una de esas entrevistas pagadas para hacer publicidad. Él lo pasó muy mal. Antes éramos una familia pero desde que mi madre se fue, él se volcó en su trabajo, como si alejarse de mí le sirviera para olvidar más rápido. Le echo mucho de menos.
- ¿Le conoces realmente? – preguntó intigrado Eduardo.
- Es un hombre bueno, incapaz de hacer mal.
Eduardo iba a insistir pero se dio cuenta de que si seguía hablando podría acabar desvelándose que el señor Chaflers había estado en esa misma casa pocos días antes. Ajena a todas las miradas, Eva proseguía su rastreo en el dormitorio de Jimena. Revisó los lugares más habituales pero pensó que la chica podría haber sido más rebuscada. Tuvo en cuenta que llevaba meses ocultando su embarazo. También quizás escondía algo entre esas paredes. Revisó el ropero, probó suerte tras las cuadros, giró la mesa de noche pero no fue hasta que se agachó bajo la cama cuando vio un libro entre el colchón y el somier. Lo retiró con cuidado. Era una orla universitaria. Buscó rápidamente entre el profesorado pero no había ningún maestro de Biología avanzada. Luego revisó los alumnos. Un suspiro salió de su boca y después inmediatamente llegó otro. Su corazó latió tan rápidamente que tuvo que respirar profundamente antes de decidir qué iba a hacer. Ocultó el libro entre sus ropas, salió del dormitorio, buscó una excusa rápida y abandonó la casa. Se dirigió con urgencia a la redacción de El madrugador. Aparcó como pudo e iba a entrar en el edificio cuando una voz familiar le detuvo.
- ¡Eva!
- ¿Román? ¿Qué haces aquí?
- Quería hablar contigo. He visto a tu hermana…
- De verdad, Román, que ahora no puedo ni quiero hablar contigo…
- Sé que me odias y me lo merezco…
- Estoy muy ocupada – se excusó amagando con irse.
- El regreso de Marina me ha hecho pensar en nosotros, en todo lo que vivimos. No sabes lo que todavía despiertas en mí...
- Mira, Román. Si lo que me estás intentando es convencer de que te contratemos en el periódico, no lo vas a conseguir. Lo pensé mucho pero mi hermana me ha refrescado la memoria…
- No busco trabajo. Te busco a ti.
- Tienes frases solemnes más bonitas. Estás perdiendo fuelle.
- ¿Qué tengo que hacer para convencerte de que no he podido olvidarte?
- Inventar una máquina del tiempo. Retroceder al día en que te metiste en mi cama con mi hermana y a mí se me ocurrió salir antes del trabajo para darte una sorpresa. Volver al día en que me hiciste sentir como una auténtica mierda, al día en que todavía me podía creer todo eso que me dices ahora. Regresar a ese día con tu máquina del tiempo y borrarlo todo. ¿Puedes hacerlo?
- No puedo borrar lo que hice pero puedo hacer que lo borre tu memoria con nuevos recuerdos – le susurró mientras la cogía por la cintura y aproximaba su boca hacia la de ella. El momento fue roto por una sonora bofetada.
- Ni se te ocurra volver a tocarme, ¿vale?
- Sé que aún me quieres. Estás temblando.
- Tengo demasiadas cosas importantes que hacer hoy como para perder un minuto más de mi vida contigo – le dijo alejándose.
- Tratas de autoconvencerte de que no pero yo sé que sí – gritó para ganar a la distancia con ella - ¡¡¡¡Yo sé que me amas!!!! – insistió. Un hombre que pasaba a su lado le miró extrañado.
Ignacio conducía de regreso a la ciudad. La carretera dejaba a un lado la playa y al otro un campo seco entre marismas. Venía escuchando la radio cuando la vio a lo lejos. Se movía torpemente entre los charcos rodeados de matojos amarillentos por el intenso sol. Paró en seco. Se bajó del coche y se acercó a ella con precaución. No fue hasta tenerla a escasos metros cuando la reconoció.
- ¿Carmen? ¿Qué haces aquí?
La chica parecía herida. Tenía la cara ensangrentada, numerosas magulladoras, las ropas llenas de agujeros y andaba con enorme dificultad. Ignacio corrió a abrazarla antes de que se desplomara.
- ¿Qué te han hecho?
Carmen le miró con una leve separación entre los párpados. Antes de cerrarlos del todo, le preguntó.
- ¿Quién eres?
El día de búsqueda de documentos en la vivienda de Jimena había terminado. Cada uno se fue a su casa. Anacleto abrió la puerta a Laura. Ella se duchó, se puso un pijama y se acostó. Era medianoche cuando su padre entró a oscuras en la habitación.
- ¡Laura! ¡Laura! – la llamó a media voz con un suave zarandeo para despertarla.
- ¡Papá! ¿Qué ocurre?
- Es muy importante, hija.
Encendió la luz y la chica vio al señor Chaflers portando una llamativa flor.
- Tienes que prometerme una cosa. Llevarás siempre contigo esta rosa a partir de ahora. Puedes cortarle parte del tallo y meterla en el bolso, o llevarla en la mano pero es importante que no te separes nunca de ella. ¡Nunca! Prométemelo.
- Pero, ¿para qué?
- No te puedo decir nada pero me lo tienes que prometer.
- Esto es muy raro…
- Es muy importante.
- Vale, te lo prometo.
- También me tienes que prometer que llevarás siempre el móvil encendido para que yo te encuentre fácilmente.
- Te lo prometo.
- Gracias, Laura. Te juro que algún día te lo explicaré todo – El señor Chaflers dejó la rosa en la almohada y, con una suave caricia, recostó la cabeza de su hija junto a la flor.
- Me voy a pinchar con las espinas - le alertó ella.
- Todavía no – y entonces apartó la rosa a la mesa de noche.
Querido Chiqui: Ahora que miro hacia atrás me doy cuenta de lo mucho que me has ayudado. Y, aunque te parezca doloroso, ha sido precisamente este recuerdo tan amable de tu bondad y tu amor una de las principales razones que me han hecho recapacitar y cambiar de opinión. No me siento una salvadora ni una arrepentida. Sólo alguien que quiere hacer las cosas bien después de haberlas hecho mal. Creo que aún estamos a tiempo. Y, aunque no fuera así, al menos quiero irme con la sensación de haberlo intentado. No me busques estos días. Si todo sale bien, seré yo quien te encuentre y te daré una sorpresa. Te pondrás muy contento. Entonces te cogeré de la mano y como tú hiciste aquella vez te diré que no te preocupes, que todo a partir de ahora va a ir muy bien. Deja de luchar por una rosa y lucha por tenerlas todas. Con todo el cariño que te puedo dar en estas circunstancias, Jimena.
Libertad terminó de leer la carta. La llevó a la fotocopiadora que el subdirector de La verdad tenía en su despacho y luego cerró cuidadosamente el original para colocarlo tras el cuadro del que se había desprendido. Después abandonó sigilosamente la habitación. Se sentó ante su ordenador pero fue incapaz de escribir. En su mente circulaban centenares de preguntas por aquella misiva que Jimena escribió un mes antes de morir.
Eva levantó las manos. Las pistolas de Alejandra y Corrales apuntaban ahora sólo hacia ella.
- Ahora me vais a explicar tranquilamente vosotros cuatro qué hacéis en la casa de una mujer asesinada. Y espero que seais muy convincentes si no queréis dormir esta noche en los calabozos – avisó la comisaria.
- No creo que podamos explicar nada tranquilamente mientras nos sigáis apuntando con esas armas – le respondió Eva.
Corrales bajó la pistola pero Alejandra mantuvo la posición.
- Aquí quien da órdenes soy yo.
- Sólo estamos investigando el crimen de Jimena. Hemos venido a recabar más datos – se apresuró a contestar Laura.
- Son periodistas. Trabajan en El Madrugador conmigo – le aclaró Corrales.
- ¡Mierda de periodistas metomentodos! ¡Os creeís con derecho a entrar en todos sitios! Pues se os va a caer el pelo – se mostró airada Alejandra mientras bajaba el arma. Eva dirigió su mirada al que creía que era el jefe de edición de su periódico.
- ¿Y tú qué tienes que ver con todo esto?
- La verdad es que no soy fotógrafo, Eva. Soy policía, jefe de la unidad central de homicidios. También estoy investigando la muerte de Jimena – respondió Corrales.
- ¡Lo sabía! Tus fotos no tenían técnica ninguna – exclamó Eduardo felizmente.
Corrales le apuntó con su arma pero Alejandra le ordenó bajarla. La comisaria se sentó en una mesa y, con su mirada, ordenó a todos a sentarse alrededor de ella.
- Bueno, veo que todos estamos aquí para lo mismo. Así que lo mejor es que compartamos la información que tenemos con la condición de que nada de lo que diga aquí pueda ser publicado.
Eva extendió su brazo pero cuando estrechó la mano a la comisaria en señal de pacto, la periodista intervino:
- Ahora no diremos nada pero quiero la exclusiva en cuanto se cierre la investigación.
Alejandra asintió resignada. Durante media ahora los dos grupos intercambiaron información. Eva le relató el hallazgo de las flores en casa de Jimena aunque omitió la presencia de Chaflers en la vivienda. También la aparición del extraordinario expediente académico de la chica y el master de biología avanzada. La comisaria aportó sus últimos avances y reveló el parto de la asesinada. Eva y los demás simularon sorpresa ante la policía aunque ya conocían ese dato.
- En la casa todavía deben quedar pistas. ¡Busquemos! – se animó Eva.
La comisaria iba a protestar pero se sintó sobrepasada por la evolución de los acontecimientos.
- De acuerdo pero no quiero que nadie saque nada de esta casa sin mi supervisión. No hace falta que os diga que habéis hecho allanamiento de morada y os puedo meter en la cárcel en menos que canta un gallo.
El edificio del polígono industrial parecía desde el exterior inactivo. Pero dentro los cánticos resonaban con inusual fuerza.
- ¡Hossana! – cantaban todos los asistentes cubiertos con capucha.
La música retumbaba entre las paredes y el eco de los aplausos acompasados movía las llamas de los dos grandes cirios que custodiaban el trono principal. Entonces el hombre con la máscara de grandes dimensiones salió tras la cortina, se situó frente al atril y se dirigió a los presentes.
- Las noventa rosas ya están cortadas. ¿Las queréis? – exclamó.
- ¡¡¡Sí!!! – respondieron al unísono.
- El gran día está más cerca. Queda muy poco. ¿Estáis preparados?
- ¡¡¡Sí!!!
- Es hora de empezar de nuevo
La música subió de volumen y todos cantaron con gran intensidad. Natalia lloraba de emoción entre el público aunque sus lágrimas estaban ocultas por la capucha. Ahora más que nunca estaba convencida de la importancia de su decisión.
Mientras en casa de Jimena todos buscaban datos cruciales que pudieran dar pistas sobre la investigación, Marta permanecía sentada junto a la ventana. Mauri se le acercó.
- ¿En qué piensas? – curioseó el camarero.
- Pienso en ese bebé. En mi sobrino. Y en lo rara que es la vida. No lo conozco de nada, no lo he visto nunca, pero le quiero.
- La Toñi también decía eso. No hace falta verlo, para meterlo.
- ¿Cómo?
Alejandra y Corrales revisaban juntos unas carpetas que el policía había encontrado en una cajonera. La comisaria trataba de alzar su cabeza por encima del hombro del chico para comprobar el contenido de los papeles. Sus intentos eran casi inútiles. Se acercó tanto que cuando Corrales giró la cabeza levemente, sus labios y los de Alejandra quedaron a escasos milímetros. Pasaron unos segundos que a la comisaria le parecieron eternos. Fue él quien se movió primero.
- ¿Querías ver algo? – dijo Corrales para romper el incómodo silencio.
- Pues… sí… eeeh… ¿Qué son esos papeles?
- Son facturas. Ropa, algún mueble… Nada importante, en principio…
Alejandra se separó prudencialmente y, sin intercambiar palabra, cogió un puñado de documentos y se puso a revisarlos sin levantar la mirada. Laura, mientras, estaba en la cocina. Eduardo entró.
- ¿Quieres algo? – se interesó la chica – Estaba preparándome…
- Qué va. Yo no bebo tan temprano…
- Me estaba haciendo una menta poleo.
- Tampoco, gracias.
- Me he cansado de buscar. La verdad me da un poco de apuro registrarle a una mujer muerta todas sus cosas. Cuando mi madre murió, no me atreví a tocar nada. Ni siquiera su armario. Y eso que tenía unas blusas monísimas…
- Murió de cáncer, ¿no?
Laura no respondió y sus ojos se nublaron. Eduardo reaccionó rápido.
- Lo siento, no quería importunarte. Soy un metepatas.
- No pasa nada. Lo que ocurre es que nunca he hablado de mi madre con nadie. Eres el primero que me pregunta.
- Lo leí en un reportaje sobre tu padre en El madrugador.
- Sí, una de esas entrevistas pagadas para hacer publicidad. Él lo pasó muy mal. Antes éramos una familia pero desde que mi madre se fue, él se volcó en su trabajo, como si alejarse de mí le sirviera para olvidar más rápido. Le echo mucho de menos.
- ¿Le conoces realmente? – preguntó intigrado Eduardo.
- Es un hombre bueno, incapaz de hacer mal.
Eduardo iba a insistir pero se dio cuenta de que si seguía hablando podría acabar desvelándose que el señor Chaflers había estado en esa misma casa pocos días antes. Ajena a todas las miradas, Eva proseguía su rastreo en el dormitorio de Jimena. Revisó los lugares más habituales pero pensó que la chica podría haber sido más rebuscada. Tuvo en cuenta que llevaba meses ocultando su embarazo. También quizás escondía algo entre esas paredes. Revisó el ropero, probó suerte tras las cuadros, giró la mesa de noche pero no fue hasta que se agachó bajo la cama cuando vio un libro entre el colchón y el somier. Lo retiró con cuidado. Era una orla universitaria. Buscó rápidamente entre el profesorado pero no había ningún maestro de Biología avanzada. Luego revisó los alumnos. Un suspiro salió de su boca y después inmediatamente llegó otro. Su corazó latió tan rápidamente que tuvo que respirar profundamente antes de decidir qué iba a hacer. Ocultó el libro entre sus ropas, salió del dormitorio, buscó una excusa rápida y abandonó la casa. Se dirigió con urgencia a la redacción de El madrugador. Aparcó como pudo e iba a entrar en el edificio cuando una voz familiar le detuvo.
- ¡Eva!
- ¿Román? ¿Qué haces aquí?
- Quería hablar contigo. He visto a tu hermana…
- De verdad, Román, que ahora no puedo ni quiero hablar contigo…
- Sé que me odias y me lo merezco…
- Estoy muy ocupada – se excusó amagando con irse.
- El regreso de Marina me ha hecho pensar en nosotros, en todo lo que vivimos. No sabes lo que todavía despiertas en mí...
- Mira, Román. Si lo que me estás intentando es convencer de que te contratemos en el periódico, no lo vas a conseguir. Lo pensé mucho pero mi hermana me ha refrescado la memoria…
- No busco trabajo. Te busco a ti.
- Tienes frases solemnes más bonitas. Estás perdiendo fuelle.
- ¿Qué tengo que hacer para convencerte de que no he podido olvidarte?
- Inventar una máquina del tiempo. Retroceder al día en que te metiste en mi cama con mi hermana y a mí se me ocurrió salir antes del trabajo para darte una sorpresa. Volver al día en que me hiciste sentir como una auténtica mierda, al día en que todavía me podía creer todo eso que me dices ahora. Regresar a ese día con tu máquina del tiempo y borrarlo todo. ¿Puedes hacerlo?
- No puedo borrar lo que hice pero puedo hacer que lo borre tu memoria con nuevos recuerdos – le susurró mientras la cogía por la cintura y aproximaba su boca hacia la de ella. El momento fue roto por una sonora bofetada.
- Ni se te ocurra volver a tocarme, ¿vale?
- Sé que aún me quieres. Estás temblando.
- Tengo demasiadas cosas importantes que hacer hoy como para perder un minuto más de mi vida contigo – le dijo alejándose.
- Tratas de autoconvencerte de que no pero yo sé que sí – gritó para ganar a la distancia con ella - ¡¡¡¡Yo sé que me amas!!!! – insistió. Un hombre que pasaba a su lado le miró extrañado.
Ignacio conducía de regreso a la ciudad. La carretera dejaba a un lado la playa y al otro un campo seco entre marismas. Venía escuchando la radio cuando la vio a lo lejos. Se movía torpemente entre los charcos rodeados de matojos amarillentos por el intenso sol. Paró en seco. Se bajó del coche y se acercó a ella con precaución. No fue hasta tenerla a escasos metros cuando la reconoció.
- ¿Carmen? ¿Qué haces aquí?
La chica parecía herida. Tenía la cara ensangrentada, numerosas magulladoras, las ropas llenas de agujeros y andaba con enorme dificultad. Ignacio corrió a abrazarla antes de que se desplomara.
- ¿Qué te han hecho?
Carmen le miró con una leve separación entre los párpados. Antes de cerrarlos del todo, le preguntó.
- ¿Quién eres?
El día de búsqueda de documentos en la vivienda de Jimena había terminado. Cada uno se fue a su casa. Anacleto abrió la puerta a Laura. Ella se duchó, se puso un pijama y se acostó. Era medianoche cuando su padre entró a oscuras en la habitación.
- ¡Laura! ¡Laura! – la llamó a media voz con un suave zarandeo para despertarla.
- ¡Papá! ¿Qué ocurre?
- Es muy importante, hija.
Encendió la luz y la chica vio al señor Chaflers portando una llamativa flor.
- Tienes que prometerme una cosa. Llevarás siempre contigo esta rosa a partir de ahora. Puedes cortarle parte del tallo y meterla en el bolso, o llevarla en la mano pero es importante que no te separes nunca de ella. ¡Nunca! Prométemelo.
- Pero, ¿para qué?
- No te puedo decir nada pero me lo tienes que prometer.
- Esto es muy raro…
- Es muy importante.
- Vale, te lo prometo.
- También me tienes que prometer que llevarás siempre el móvil encendido para que yo te encuentre fácilmente.
- Te lo prometo.
- Gracias, Laura. Te juro que algún día te lo explicaré todo – El señor Chaflers dejó la rosa en la almohada y, con una suave caricia, recostó la cabeza de su hija junto a la flor.
- Me voy a pinchar con las espinas - le alertó ella.
- Todavía no – y entonces apartó la rosa a la mesa de noche.
23 comentarios:
Señor autor Espi,, menuda pecha de cuernos que hay en esta novela joooder!! Mauri interesandose por Marta, Eduardo intentando mojar magdalenas con la Chaflers, el Corrales con Alejandra a escasos milimetros de liarla como siempre,,, solo falta el papa chaflers que se lie con Natalia!!
Por cierto, me alegro de que Carmen este viva!! bueno casi viva!! aunque la pobre no se acuerde ni de mojar galletas con leche!!!
Lo de la rosa en la almohada ha sido de lo mejor!!! y lo de que no tengo técnica fotográfica, es cierto, todo sale de la intuición de un buen policia, lo siento chicos, teneis que daros cuenta que en esta profesión de tres cuarto la técnica se deriva más a chupar calipos (polo preferido de la Toñi) que a desenvolverse con la fotografía..
PD: Espi no tardes tanto en el próximo, queda una hora para que Cádiz se hunda.
Qué guantá más buena...
Qué peazo de capítulo, qué peazo de intriga.
Me encanta que Pedro me haya cambiado el vaso de wisky por el de menta poleo.
Eso que dice mi padre de que "todavía no" me tengo que pinchar... me deja en ascuas
muy fuerte todo.
Corrales es lo peor, casi le pegga un muerdo a la comisaria con la marta delante.
Me parece muy mal, además, que encañonase a Eduardo por decir que no tenía técnica.
Cornúa, también aplaudo tu guantazo.
Yo también aplaudo el guantazo!! quizás te quedaste cortita con uno, Cornúa!!, un revés bien dao hombre!!!
Chaflers ten cuidado que puedes ser complice de tú papi y la próxima puedes ser tú!!
Menos fantasías, agente corrupto.
Eso de encañonar a un fotógrafo por tener más técnica que tú... en qué parte del código está!
Os informo. Acabo de ver al camarero (Mauri) corriendo por la calle Ancha como alma que persigue el diablo en dirección al Parque Genovés pa hacerse con una rosa, no vaya a ser que a to el que no tenga una se lo carguen los Hosannas eso majaretas.
Está la cosa mala.
Me sumo a la sospecha del marqués y reclamo al autor una rosa que a ver si además de maltratada, casi-cornuda, me van de dejar como a Carmen, desorientada y magullada...
Y menos mal que el autor cambió el Baileys por la menta poleo a la Chaflers porque si no fijo que se pincha antes de tiempo con las espinas de la rosa...
PD ¿ y mi sobrinooooooo????
Yo no sé por qué me fío del cuarteto de investigación. A la primera de cambio ya me la han colao. Yo como una tonta, jugándome mi puesto para dejarles cotillear por la casa y contándoles toda la información y después la subdirectora cornúa se lleva una prueba clave sin decirme ni pío. ¡No se puede ser buena persona! Y aquí la gente tiene mucho afán de protagonismo... ¡Los periodistas sois basura!
Me parece muy mal que todo el mundo se alegre de una agresión como la que he sufrido... Si fuera al revés ya estaríamos hablando de violencia de genero. Eso es dicriminación... y muy mala leche.
Aquí la gente no tiene corazón y vive del rencor. No creo que un hombre enamorado se merezca este trato. ¡¡Viva el amor!!!
ya me veía en el hoyo..tb es mala suerte...para una vez que ignacio me coge en brazos ni le reconozco ni me entero de ná. Con la de veces que yo había fantaseado con un encuentro en las marimas...puta mierda de pérdida de memoria... a ver cómo me pongo al dia de todas las restauraciones de la catedral vieja!!!!!
por cierto no me fio un pelo del director...
Veis? Soy un ser humano capaz de amar . Que también pueda acabar con el mundo tal y como lo conoceis de mano de la secta a la que pertenezco son menudencias sin importancia. Ya lo dijo la Toñi: "lo importante es lo que cuelga por delante".
La Toñi más bien diría: "Lo que no está de más es que me la metan por detrás".
Si es que esto es como la vida misma, nada es lo que parece. Quien se iba a imaginar ese detalle de ternura del Sr. Chaflers, que Laura Chaflers lo que se estaba preparando era una menta poleo, que a la comisaria se la iban a dar con queso tan fácilmente, que Eva iba a traicionar un trato, que Román pidiera una segunda oportunidad (me temo que lo tienes crudo, chaval), que Eduardo hurguara en las heridas ajenas como horquilla en una cerradura, que Corrales y Alejandra...
Mauri, en ti sigue viva la memoria de La Toñi!
Ya que la imaginación del autor es infinita aquí puede pasar de todo.
Yo flipo con Eduardo!! que me diga a mí!!, que no tengo tecnica fotográfica, cuando él ha retratado a un reconocidísimo fotógrafo y lo ha sacado con to la cara de un "KOALA" enjaulao vamo!! pobre chaval tantos años de esfuerzo y se lo cargan en un día!! esto es muy fuerte!! y más fuerte es que le hechen flores!! Señorita Eva, diciendole; que arte tienes que lo has sacado hasta guapo!!
aaaaaaaiiiiiiiinggggg.......
La verdad es que Corrales ha tenido mejores momentos que en esa foto pero Eduardo tampoco puede hacer milagros y mucho fue que le decidó dos horas al Photoshop a intentar "armendarle" pero no hubo forma. Como autor de esta obra, aprovecharé esta rivalidad soterrada para nuevos enfrentamientos en la historia. El pobre Román, en cambio, ya no ha quedado ni para enfrentarse con sus propios compañeros. Con lo animado que empezó dando codazos a Eduardo. Tengo que decir que el gremio fotográfico será uno de los grandes sufridores en la recta final de Sospechas de una noticia. ¿Quién caerá?
A la Carmen se la ha salvado in extremis por aclamación popular, aunque su destino final es incierto.
Sobre los elogios de la violencia que se han hecho en estos comentarios, he de decir que cada uno es libre de interpretar la historia a su manera. En la novela hay denuncia social. Otra cosa es que la gente se quede en la superficie y no vaya más allá.
Para recabar más datos y documentarme sobre eventos sectarios, hoy acudiré a la Feria de Sevilla. No sé si pasearé por el Real en coche caballos o lancha neumática.
Abrazos
el autor... mucho viajecito a córdoba y aquí algunos impacientes por saber qué va a pasar con ellos... q vida más injusta,jejejje
como lo habeis pasado?quiero fotos, vídeos, cotilleos...
No es por meter presión, pero me esperan cuatro semanas en casa y no estaría mal tener algo que leer.
Antes el estrés no me dejaba ver los nuevos capítulos hasta tres días después del estreno, y ahora que tengo tiempo de sobra veo que el autor está sobrecargado de trabajo.
Pedro, rómpete un pie. Hazlo por la novela negra. Los sacrificios merecen la pena si son por un arte superior. Yo lo hice por la danza. Toma ejemplo.
Horroorrr¡¡ la huelga de guionistas a llegado a España¡¡¡
Pedro escribe o ahora solo te dedicas a partir pies ajenos?
el romi schneider que dé la cara, si es que tiene lo que hay que tener
El autor anuncia que no hay huelga de guionistas y que en breve habrá un nuevo capítulo. Pero los lectores han de entender que la sucesión de acontecimientos que rodean al autor y la densidad de la trama requiere de algún tramo más amplio entre capítulo y capítulo.
No te columpies, autor, que no te lo crees ni tú.
Escribe algo ya, aunque sea para poner una bomba, matarnos a todos y concluir la trama drásticamente en un solo capítulo.
Yo ya ni me acuerdo de qué iba la historia...
autor espi no valen las excusas,una novela negra es un compromiso con los lectores y un blog negro con comentarios más todavía proque los lectores interactúan contigo.
Además no cuentes historias de trama y acontecimientos q t rodean que todos sabemos que t inspiras en la mansión de chaflers rompiendo pieces.
Otro capítulo yaaaaaa
Pedro, estamos descubriendo tu verdadera personalidad. En realidad, bajo una apariencia de buena persona se esconde el más cruel de los Maquiavelos. No hay nada peor que sentirte abandonado por tu autor.
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