domingo, 30 de marzo de 2008

CAPÍTULO IX: REGRESO INESPERADO

(En capítulos anteriores: Alejandro ha huido y ha dejado en una delicada situación a la comisaria Alejandra, quien decide asumir personalmente la investigación del crimen de Jimena y va visitar a Marta y Corrales, cuya verdadera identidad de policía se encarga de desvelar. Libertad abandona la redacción de El madrugador entre las críticas de sus compañeros por haberse vendido a La verdad. Eva descubre a través de Javier que Jimena dio a luz cuatro días antes de morir, mientras Román inicia su nuevo trabajo haciendo fotos al edificio del polígono industrial, donde Carmen entra y es golpeada en la cabeza violentamente…)

- La primera vez que me pegó fue por haberle dado un café demasiado caliente. Me dio tal bofetada que estuve una semana sin oír nada. Me pidió disculpas y yo le perdoné. Luego vinieron más. Y cada vez más fuertes. Una vez le dije que no podía más, que me iba de casa, que no tenía fuerzas para resistir más golpes. Me encerró cuatro días en el cuarto de baño sin comida. Sinceramente, no sé cómo pude resistir tanto tiempo. En uno de sus viajes fuera de la ciudad, decidí ser valiente. Fui a comisaría y le denuncié. Fue Corrales el agente que me atendió – reveló Marta a la comisaria Alejandra.
- Fue poco antes de que me ascendieran a la unidad central de homicidios – añadió el chico.
- Analizó mi caso y me intentó ayudar. Trató de que el juez decretara medidas preventivas y le encarcelara. Pero, ¿sabe lo que dijo? Que no tenía ninguna consecuencia visible del maltrato y que era mi palabra contra la suya. Al llegar a casa Alejandro ya había vuelto y me dio tal paliza por no estar esperándole que durante una semana no pude moverme.
- Me di cuenta de que por los métodos normales no podría ayudar a Marta. Ese cabrón seguiría en la calle. Quizá le metiéramos en la cárcel unos días pero volvería a salir e iría a por ella. A esas alturas yo me había enamorado.Entonces fue cuando me ascendieron. A mi cargo tuve la investigación de numerosos crímenes sin resolver en la capital. Asesinatos y homicidios sin culpables. Pensé que si Alejandro no pagaba por el suyo, quizás podría pagar por el de otro. Ideamos un plan para dejar pruebas de Alejandro, por ejemplo sus pelos, en el escenario de un crimen. Como responsable máximo de la investigación, sería yo el encargado de involucrarle. Lo teníamos preparado cuando…
- Cuando me llamó mi hermana Jimena. Hacía años que no sabía nada de ella. Estaba muy alterada. Me dijo que me necesitaba. Que estaba en peligro y me tenía que dar algo. Que viajara hasta aquí urgentemente antes de que le pasara algo malo. Yo me quedé muy preocupada pero le dije que Alejandro no me dejaba viajar. Ella no sabía ni quién era él. Y me rogó que acudiera. Estaba llorando. Así que acepté. Quedamos a una hora en un bar llamado La Salamanquesa, traté de convencer a Alejandro para viajar pero sólo me respondió con una paliza.
- Así que fui yo el que viajó hasta aquí para ese encuentro. Pero llegué tarde. Antes de alcanzar el bar, vi una sombra que corría y alguien que yacía en el suelo. Supe que era Jimena por las fotos y las indicaciones que me había dado Marta. Estaba muerta. Todo fue muy rápido. Se me ocurrió dejar los pelos de Alejandro sobre ella. Escuché llegar a la Policía, saqué la cámara que llevo siempre y me puse a hacer fotos para simular que era fotógrafo de prensa y justificar así mi presencia allí. Pensé que también podía ser una forma de seguir de cerca la investigación sin necesidad de revelarme como policía.
- Fue un plan loco. Utilizar a mi hermana para encarcelar a Alejandro. Pero en aquel momento era lo único que tenía. Mi hermana había muerto y yo seguía con un criminal en casa. Necesitaba una vía de escape. Entiéndame…
Alejandra había escuchado su relato sin inmutarse. Con la mirada, ordenó retirarse a los dos agentes que la acompañaban. Los tres se quedaron solos en la habitación. La comisaria les miró con seriedad.
- Sé por lo que has pasado, Marta. Y te creo.

Sorprendentemente, Román acudía puntual a su cita. Le interesaba. Aquel encuentro debía servir para cobrar su suculenta paga por las fotos ante el edificio del polígono industrial. El hombre que le había abordado la primera vez le aguardaba en la barra del mismo bar. El fotógrafo le entregó las imágenes.
- Hay cientos de ellas. Espero que le sirvan.
- Muchas gracias. Aquí tiene lo acordado – ambos se intercambiaron sobres. Los dos comprobaron el contenido con prudencia y con la mirada aprobaron las respectivas entregas. Román extendió el brazo.
- Ha sido un placer. Aquí me tiene para cuando me necesite.
El hombre le respondió con el mismo gesto pero cuando ambos se estrecharon la mano, Román notó un papel entre sus dedos.
- ¿Qué es esto?
- Ábralo. Es un mensaje para usted.
El fotógrafo obedeció extrañado. Era una cuartilla escrita a mano. Pronto reconoció la autoría. Su corazón latió con intensidad.
- ¿Dóndé está? - preguntó intrigado Román.
- Ha vuelto a la ciudad y quiere verle.

Eduardo llamó al timbre de la casa de Eva. La subdirectora de El madrugador le había mandado recopilar todas las fotos que le había hecho a a Jimena en vida para tratar de poder obtener alguna pista más. Cuando abrió la puerta, ella hablaba por el móvil.
- Sí, Laura, vente para mi casa (…) Eduardo y yo estamos sobre una pista importante (…) Sí, claro que puede venir Mauri (…) Sí, tengo coctelera, no hace falta que traigas tú ninguna (…) Vale, nos vemos.
Eva colgó, cogió la caja que traía Eduardo y vacío el contenido sobre la mesa principal de su salón. Cientos de imágenes se esparcieron por la madera.
- Tan enamorado estabas de ella que ni te diste cuenta que estaba embarazada… - le reprochó Eva mientras rastreaba las fotos.
- ¿Embarazada? Eso es imposible. No le noté nada.
- ¿Cuáles son las últimas fotos que le hiciste?
Eduardo echó un vistazo por encima y seleccionó algunas sin demasiada seguridad.
- Pueden tener unos tres meses. La verdad es que últimamente salía poco.
- Aquí lleva ropa más ancha. Si estaba embarazada, estaba haciendo un esfuerzo por ocultarlo. Pero, ¿por qué?
- Quizás no quería que el padre se enterase.
- Quizá el padre del niño es el asesino.
- Pero, ¿la asesina no era una mujer?
- Quizás Jimena se lío con un hombre casado, la esposa se enteró y la mató. Pero no sé… creo que este caso es algo más complicado – Eva se fijó de nuevo en las fotos - ¿Por qué en todas las fotos lleva una flor en la mano?
- Ya te lo dije. Siempre iba con una rosa.
- O era una hortera o esas flores son una pista fundamental. Piensa. Chaflers monta una empresa de flores donde se reúne una especie de secta. Sabemos que Jimena plantaba flores en su casa y siempre iba con una rosa en la mano. Y también sabemos que Chaflers tenía acceso libre a casa de Jimena, donde, por cierto, su invernadero ha sido saqueado.
Eva miró a Eduardo, quien parecía que hacía tiempo que había dejado de escucharla. Miraba las imágenes y tenía los ojos llorosos .
- Aún la quieres, ¿no?
- No sé. Es como si durante estos últimos días me hubiese olvidado de ella y ahora, de nuevo, su recuerdo…
- He sido una insensible haciéndote traer estas fotos. Lo siento…
- No te preocupes. ¿Cuándo vamos a investigar a ese Chaflers?
- Tenemos que ser cautos. Nuestra amistad con Laura nos puede permitir acercarnos a él. Creo que ella ignora todo sobre su padre. Pero a ella debemos darle los datos justos. Por si acaso…
- ¿Y Natalia? ¿Y Chiqui Esteban? Ellos estaban también en esa reunión extraña de la secta...
- Hay tantos cabos sueltos. Pero a Natalia hay que cogerla un día por banda...
- Por cierto, ¿has hablado con Román? - preguntó Eduardo para cambiar de tercio.
- Y dale con Román. Mira, no le deseo ningún mal… Si quieres habla con él y dile que se entreviste directamente con Ignacio. Por si él le quiere dar una oportunidad...
- Lo sabía. Aún sientes algo por él. Todavía queda algo entre vosotros.
- No te equivoces, Eduardo… - pero no terminó la frase. Eva volvió a dirigir su mirada hacia las fotos de Jimena. En una de ellas, la chica salía de comprar el pan. Llevaba un jersey anchísimo, una bolsa con la compra en una mano y en la otra una rosa de un intenso rojo.

Natalia acabó su reportaje. En la redacción de El madrugador había numerosos puestos vacíos. Su compañera Carmen no había acudido a trabajar. Le había dejado numerosos mensajes pero no contestaba. Ningún jefe le había pedido explicaciones porque, entre otras razones, tampoco ninguno había acudido a su trabajo. El despacho de Ignacio permanecía cerrado desde temprano. Se había excusado por la mañana y no había regresado. Ni el jefe de edición, Corrales, ni la subdirectora, Eva, habían aparecido por el periódico. En cambio, en La verdad la actividad era frenética. Libertad no había parado desde que se sentó frente al ordenador. Antes había ido a un pleno municipal, tres ruedas de prensa y había cubierto la inauguración de una exposición de pintura. Chiqui Esteban entró en la redacción tras varias horas de ausencia y la saludó.
- ¿Qué, Libertad? ¿Qué hay de nuevo en el crimen de Jimena?
- Pues no he podido investigar nada. Vengo de un pleno y de…
- Mira, aquí no se te paga por dar excusas. Ya no eres una becaria. Queremos resultados.
- Pero…
- Mal empiezas una frase si la inicias con un pero…
- Ahora me pongo con eso.
El subdirector sonrió y se marchó a su despacho.

La comisaria Alejandra se sentó en la cama de la habitación de Marta y Corrales e invitó a ambos a hacer lo mismo en las dos sillas de las que disponía el cuarto.
- Tendría razones suficientes para meterles a los dos en la cárcel. Pero creo que se cometería una injusticia. Así que debemos llegar los tres a un acuerdo. No abandonarán la ciudad de momento… - Pero Alejandro vendrá a por mí… - suplicó Marta.
- Le pondré vigilancia especial. No se preocupe. Tendrá usted la consideración de testigo protegido.
- Nada le detendrá…
Alejandra se acercó a Marta y le agarró las manos para tranquilizarla.
- Le aseguro que nunca más le volverá a hacer daño. Es una promesa personal… - entonces miró a Corrales – Necesito su ayuda. He oído que usted es un gran policía. Su ascenso no fue regalado. Sinceramente, estoy bastante perdida con las dos últimas muertes, la de Jimena y la de una cantante que murió en el mismo bar que Marta quedó con su hermana. Creo que ambos están vinculados.
- Haré lo que pueda. Trabajaremos juntos.
- Sí, pero usted mantendrá su identidad aquí como fotógrafo. Le necesito en El Madrugador. Sé que tengo un chivato en mi comisaría, alguien que está facilitando toda la información sobre las investigaciones a la prensa. Quiero su nombre y así me olvidaré que usted ha colocado pruebas falsas en el escenario de un crimen…
Corrales asintió y rubricó con su mirada el pacto con la comisaria.

Eva abrió la puerta tras escuchar el timbre. Laura y Mauri la saludaron.
- ¡Hola, Eva! A ver si me animáis a éste que está de capa caída… - dijo Laura entrando en la casa de la subdirectora con varias bolsas – He traído la merienda.
- Pero si aquí sólo hay botellas de Bayleys... –se extrañó Eduardo al revisar su contenido.
- Sí, pero he traído magdalenas para mojar.
- Laura, aquí hemos venido para cosas serias. Mauri, siéntate donde quieras y pongámonos a trabajar – sentenció Eva en tono serio.
Durante un tiempo los cuatro analizaron las pistas de las que disponían y ordenaron algunos datos. Eva les relató a Laura y Mauri lo que sabían del parto de Jimena y la llamativa insistencia de la chica en llevar siempore una flor en la mano aunque la periodista omitió cualquier información sobre los vínculos que habían encontrado entre la fallecida y Chaflers, el padre de Laura. Ninguno parecía sacar conclusiones certeras y sus indagaciones parecieron estancarse cuando sonó, de nuevo, el timbre.
- ¿Quién es? ¿Esperas a alguien? – preguntó el fotógrafo.
- La verdad es que no.
Eva se levantó y se acercó hasta la puerta. Cuando abrió, el gesto de la subdirectora cambió de pronto.
- ¡Marina!
- Hola, Eva. Te he echado de menos.
- ¿Cómo coño te atreves a venir aquí?
Desde el fondo del salón, los otros tres seguían curiosos la conversación.
- ¿Quién es? – preguntó Laura a Eduardo, quien también se había mostrado sorprendido por la visita.
- Es su hermana – respondió el fotógrafo.
- Pues para ser familiar directo, no parece que le tenga mucho cariño.
- ¿Cómo te sentaría a ti haber descubierto a tu hermana montándoselo con tu novio en tu propia cama?

viernes, 28 de marzo de 2008

CAPÍTULO VIII: NADIE ESTÁ SOLO

(En capítulos anteriores: A la comisaria Alejandra todo le son problemas. La investigación sobre el asesinato de Jimena María Alcollante no avanza y, para colmo, ahora tiene sobre la mesa otra muerte, la de la Toñi. Laura decide aliarse con Eva para encontrar al asesino que mató a su amiga pero los datos que ella manejaba están ahora en poder de Libertad, la becaria de El madrugador, que ha decidido vendérselo al periódico rival. Marta quiere huir de la ciudad pero Corrales la convence para que se quede. Todavía ignora que el novio de la chica, Alejandro, ha escapado de los calabozos y se ha apoderado de varias armas…)
Los dos principales periódicos de la ciudad competían por la mañana en titulares. El madrugador volvía a destacar con la primicia de la huida de Alejandro de la comisaría. “El detenido por el crimen de Jimena huye armado con varias pistolas”. La verdad desconocía esa información pero, en cambio, llevaba a portada las últimas palabras pronunciadas por la Toñi antes de morir. “Me ha matado una mujer, al igual que a Jimena”, decidió titular finalmente Libertad en la que era su primera crónica en su nuevo trabajo. Ignacio, el director de El madrugador, leyó la prensa rival indignado. Pero Eva le ganó en rabia cuando entró en su despacho. Eduardo la seguía.
- Esta tía es una guarra, por decirle algo fino – gritó la subdirectora – hay que meterle un puro para que se acuerde de lo feo que es robar una información en una redacción y pasársela a otra.
-Ya – respondió lacónicamente Ignacio.
- ¿Pero no la vais a denunciar? ¡Que estaba trabajando aquí y ha publicado en otro medio! Eso es querellable…
- Si al menos le hubiésemos hecho un contrato todavía le podíamos reclamar algo…
- Desde luego que la cosa está fatal. Eso sí. Ella misma se ha cavado su propia tumba. A ver cuánto dura con esas aves de rapiña que hay en La verdad
- No me lo esperaba de ella. Parecía simpática – aportó Eduardo.
- Tú es que tienes un ojito clínico para la gente… - Eva salió del despacho pero antes de cerrar la puerta miró a Ignacio. Parecía abatido - ¿Estás bien? – se interesó.
- Sí, es que últimamente duermo mal.
- Cuídate. Eres el único director que tenemos… - Eva salió del despacho junto al fotógrafo. De repente, Eduardo se detuvo.
- Creo que he tenido una revelación.
- ¿Otra? Estás sembrado últimamente.
- Creo que la que vendió tus fotos simpáticas…
- Es una manera de decirlo.
- La que las vendió fue ella. Libertad robó las fotos a Román y se las dio a La verdad.
- No te inventes absurdeces para salvar a tu colega. Los dos conocemos a Román y ese cabrón le dio mis fotos privadas a su periódico.
- Te digo que no. Román renunció a La verdad para no entregar esas cintas. Me lo dijo a mí. Lo que pasa es que no quiso decirme que fue Libertad la que le robó las fotos.
- ¿Y por qué iba Román a renunciar a su trabajo por mí?
- Tú me llamarás cenutrio algunas veces pero la que no te enteras de nada eres tú. Román aún te quiere. Tanto que ahora está vagando por ahí en busca de un trabajo para no perjudicarte a ti.
El fotógrafo se alejó y dejó pensativa a Eva.

Román tenía frío. Había pasado la noche en la primera jornada laboral en su nuevo empleo y se despertó casi entumecido dentro de su coche. No era, sin duda, el trabajo de su vida pero le pagaban extraordinariamente bien. De todas maneras no entendía muy bien el encargo. Tomar fotos a todos los que entraran en aquel edificio del polígono industrial. Por la noche había habido poco movimiento pero ya le habían avisado que esa tarde se esperaba la llegada de un elevado número de personas. No preguntó la razón de sus imágenes al hombre que le ofreció esa tarea. Se limitó a coger los mil euros de adelanto.

Alejandra colgó el teléfono con brusquedad. La comisaria había recibido la enésima llamada. Esta vez había sido el subdelegado del Gobierno, que le exigía explicaciones y soluciones inmediatas por la huida de Alejandro. Había encargado a todos sus agentes batir las calles de la ciudad en busca del fugitivo pero las primeras horas no habían dado resultado. Llamó a Javier. El policía entró en el despacho tímidamente.
- ¿Deseaba algo?
- ¿Qué novedades hay?
- De momento, no hay rastro. Debe de haberse ocultado en alguna casa pero no creo que haya podido salir de la ciudad. Hay controles en todas las salidas.
- ¡Ten muy claro que si yo caigo con esto, caemos todos! – le gritó al agente – ¡Quiero resultados pronto!
- Estamos intentándolo pero no es fácil.
- Lo que va a ser fácil en cortar cabezas. Sé que quieren la mía.
- Haremos lo que podamos.
- Eso no es suficiente. Quiero mucha cautela. Y tener a la prensa alejada. Sé de algún agente que anda por ahí cantando a los periodistas por peteneras. ¡Y aquí no canta nadie! Si reúno alguna prueba de quién ha sido, será la primera cabeza que ruede por esta comisaría. ¿Me entiendes?
Javier tragó saliva y asintió. Alejandra cogió su arma, la enfundó y abandonó su despacho. El agente frunció el ceño y se mostró indignado. No soportaba que aquella mujer le llamara la atención. Cogió su teléfono móvil.
- ¿Eva? Soy Javi. Necesito verte. Tengo datos muy interesantes que nadie sabe. Es hora de decir todas las verdades.
Al otro lado, la periodista aceptaba la invitación del policía. Por la información que podía prestarle y por buscar una vía de escape. En los últimos días había acumulado demasiada tensión. Cuando colgó, Laura la sorprendió por detrás.
- Hola, Eva.
- ¿Qué tal, Laura?
- Había pensado en que nos reuniéramos los cuatro del equipo de investigación.
- Pero, ¿de qué me hablas?
- Sí de Eduardo, Mauri, tú y yo. Tenemos que ponernos a trabajar ya para encontrar a la asesina de la Toñi y de Jimena, ¿no te parece? He pensado en quedar en mi casa para merendar. Si quieres, traéis vosotros las pastas y yo pongo el tequila.
Eva pensó que sería una buena idea poder tener acceso a la casa de Chaflers y aceptó la invitación con simulada ilusión. Fue entonces cuando, a lo lejos, observó como Libertad entraba en la redacción de El madrugador.
- ¡Seguridad! ¡Que llamen a seguridad! – exclamó la subdirectora.
Laura trató de abalanzarse sobre la ex becaria pero Eva la agarró.
- ¡Ladrona! ¡Da la cara! ¡Que has vendido a la Toñi! ¡No hables más de mi amiga! - se desgañitó Laura.
Libertad se sentó tranquilamente en la que había sido su mesa. En una caja que llevaba en un brazo comenzó a meter varias cosas.
- Sólo he venido a recoger mis cosas. No quiero saber nada de unas ordinarias como vosotras.
- Ordinaria eres tú. Como hubiese dicho la Toñi, lo que tú has montao me lo paso por todo el mandao.
- Desde luego, qué poco nivel hay aquí. Menos mal que ya me voy – Libertad terminó de llenar su caja y pasó desafiante ante Eva y Laura.
- Vas muy equivocada en tu carrera. No sabes lo que estás haciendo – le advirtió la subdirectora.
- Sólo he luchado por mi dignidad.
Libertad abandonó la redacción del periódico con la cabeza alta mientras seguía recibiendo rimas obscenas por parte de Laura.

Marta y Corrales hacían las maletas apresuradamente. La chica lloraba desconsolada. No había podido detener su llanto desde que se enteró de la noticia de la huida de Alejandro. Sabía que iría a por ella. Corrales trató de tranquilizarla pero lo dio por imposible. Se sumó al movimiento nervioso de introducir sus enseres en varias bolsas con las que pretendían huir esa misma tarde. Una llamada a la puerta les hizo temblar. Ambos se miraron y Marta amagó con escaparse por la ventana hasta que sonó una voz.
- ¡Abran! Somos la policía.
Corrales movió la puerta con el pestillo y sólo abrió del todo cuando comprobó la presencia de varios agentes con la comisaria Alejandra al frente. La policía entró en la habitación y observó las maletas.
- ¿Tienen ustedes pensado marcharse de la ciudad?
Marta se derrumbó. Corrales no sabía cómo explicar su presencia en la habitación.
- Ustedes dos tienen mucho que contarnos antes de irse. Les hemos estado vigilando estos días. Es curioso que usted duerma con otro hombre mientras su novio estaba detenido por matar a su hermana.
- No es lo que parece, se lo aseguro – balbuceó la chica.
- Además de vigilarles, les hemos investigado a ambos – dijo Alejandra dirigiéndose a Corrales – y hemos descubierto cosas muy interesantes sobre usted.
- No sé a que se refiere - le respondió simulando indiferencia.
- Mentir no está nada bien. Y menos viniendo de un policía de la unidad central de homicidios. ¿Verdad agente Jorge Corrales?

Las horas pasaron dentro del coche. Román soportó el aburrimiento entreteniéndose con varias latas de coca-cola light y un buen número de bocatas que fueron saciando su apetito. Era el dinero que más fácil iba a ganar pero que menos interesante le estaba resultando conseguir. El fotógrafo se iba a echar la enésima cabezada cuando, a lo lejos, vio a una chica intentando entrar en el edificio. Sacó su teleobjetivo y no tardó en descubrir que era Carmen, la redactora de El madrugador, a la que conocía de varias ruedas de prensa. La chica golpeó varias veces la puerta del edificio y pareció abrirse automáticamente. Entonces desapareció de su vista. En su cámara quedaron almacenadas una decena de fotos.

El edificio estaba oscuro. No se escuchaba a nadie. Carmen avanzó lentamente. No entendía por qué Ignacio y Natalia habían quedado en un lugar tan tenebroso. Supuso que se trataría de algún extraño y morboso juego entre ambos. Estaba dispuesta a desenmascararles. Quería comprobar la traición de su compañera pero, en el fondo, deseaba que todo fuera mentira y que todavía le quedase alguna oportunidad con el director. Siguió caminando pero no encontró nada. Sólo oscuridad y silencio. De pronto, sintió miedo y empezó a temblar.
- ¿Ignacio? ¿Natalia?
Su voz resonó pero no hubo respuesta. Iba tanteando la pared hasta que se detuvo asustada. Había avanzado tanto que ya no sabía el camino de regreso. Atisbó un poco de luz al final de un pasillo. Aceleró el paso pero, cuando pasó junto a una puerta abierta, sintió un profundo golpe en la cabeza. Se desmayó al sentir la sangre que corría por su rostro. Sólo llegó a escuchar una voz metálica:
- La intrusa ha sido interceptada.

Eva y Javi se quitaron el estrés mutuamente tras un suculento almuerzo en la casa del policía. La periodista se incorporó sobre la cama y el chico la rodeó con sus brazos.
- Lo necesitaba, de verdad. No nos va mal juntos, ¿no?
- He de irme, Javi. Tengo una reunión. Me dijiste que tenías algo que contarme.
- Mira, la comisaria Alejandra está muy perdida. Pero temo que su inutilidad nos hunda a todos. Así que prefiero que todo salga a la luz para que la echen rápidamente. Los jefazos se enfadarán todavía más si siguen saliendo datos a pesar del secreto de sumario.
- Al grano, Javi.
- Hay un dato que nadie sabe y que reveló la autopsia de Jimena.
- Pero ya publicamos los resultados de la autopsia. Tú me la pasaste.
- Estaba incompleta. Hubo páginas que se reservaron.
- ¿Y qué decían?
- Jimena había dado a luz sólo cuatro días antes de su muerte.
- ¿Qué?
- Desde entonces estamos buscando a ese niño. Al hijo de Jimena.

lunes, 24 de marzo de 2008

CAPÍTULO VII: SIEMPRE HAY UNA SALIDA

(En capítulos anteriores. La Toñi aparece apuñalada en La salamanquesa. Es Laura la que descubre horrorizada el cuerpo. Román revela a Libertad que dispone de imágenes comprometidas de su anterior pareja, Eva, quien está más preocupada por desvelar claves del crimen de Jimena María Alcollante. Junto a Eduardo, sigue la pista de una empresa de flores, propiedad de Chaflers, en cuya nave principal descubren la reunión de una extraña secta. Mientras, Marta es interrogada por la policía y tiene que encararse con su novio detenido, Alejandro, quien no duda en amenazarla de muerte).

A la comisaría Alejandra se le complicaba el trabajo por momentos. Sin ninguna clave nueva tras la detención de Alejandro, la investigación sobre el crimen de Jimena María Alcollante parecía estancarse. Su única prueba seguían siendo pelos del arrestado encontrados en la ropa de la víctima. Ahora, además, tenía un nuevo asesinato sobre la mesa. El agente Javier le acababa de llevar a su despacho los últimos datos.
- Se trata de Manuel García Arriero, de 56 años, más conocido como La Toñi, una imitadora de artistas que solía actuar en el tugurio donde ha aparecido muerta. Del camarero y dueño del bar no hemos podido sacar nada. Dice que le golpearon por detrás y que no vio nada. Luego está la chica que llamó a la policía. Es periodista y trabaja en El madrugador
- Estos periodistas son una plaga…
- Su testimonio tampoco ha aportado nada. Si le digo la verdad, tengo la sensación de que nos iba a contar más cosas pero, de repente, se arrepintió.
- O se lo está reservando para publicarlo a cuatro columnas. Quiero que me la traigas al despacho. No quiero intromisiones periodísticas…
- Hay algo más. Laura es hija del empresario Chaflers.
- ¿Y?
- Se lo digo porque usted es nueva aquí pero ese hombre es muy poderoso. Es uno de los más ricos de la ciudad y del país.
- Eso a mí no me incumbe. Y ahora váyase…
Javier abandonó el despacho de la comisaria algo azorado mientras Alejandra comenzó a revisar el papeleo que se le acumulaba en la mesa.

Amanecía cuando una barca cruzó la bahía.
- Que tus cenizas se las lleve el viento de levante, por detrás y por delante – Mauri abrió la urna y las cenizas de La Toñi salieron despedidas al aire y cayeron lejos, en el agua. Laura abrazó al camarero.
- Eso que has dicho ha sido precioso. A ella le hubiese gustado mucho.
- Gracias, Laura. Tú eras, junto conmigo, su única amiga. No sé que voy a hacer ahora.
- No hables en singular. Ahora estamos unidos. ¿Y sabes lo que nos une? Sólo un objetivo: encontrar al asesino de la Toñi.
- Pero, ¿por qué no le has dicho a la policía todo lo que te dijo la Toñi?
- A la Toñi la policía no le gustaba nada. Ya sabes lo que decía, ¿no?
- ¿En mi boca no entra una mosca sino una polla como una rosca?
- Sí, eso también lo decía. Pero yo me refería a que ella no se fiaba de la policía. No me gusta a mí esa porra, prefiero Sodoma y Gomorra.
Mauri no pudo evitar emocionarse.
- La echaré tanto de menos.
- Juntos encontraremos a la guarra que la mató. Sólo sabemos que es una mujer y que fue la misma que asesinó a Jimena. Así que tenemos que centrarnos los dos en saber más sobre el crimen. Y creo que tengo la solución…
Mauri condujo la barca hasta la orilla. En la playa estaba aparcado el coche del señor Chaflers. Laura se despidió de su amigo y entró en el vehículo.
- Sé que estás pasándolo mal y he venido a apoyarte – le dijo el padre a su hija.
- Se me ha muerto una amiga mía – rompió a llorar ella y se acurrucó en el pecho de su progenitor.
- Tranquila, Laura. Ella ya descansa en paz.
El hombre acarició el pelo de la joven mientras, a través de la ventanilla, miraba como Mauri amarraba la barca.

Corrales regresó de trabajar. Llevaba la cámara en la mano cuando entró en la habitación del hotel donde residía Marta estos días tras el asesinato de su hermana. Al abrir la puerta vio que la chica introducía en una gran maleta todos sus enseres.
- ¿Qué haces, Marta?
La joven no le hizo caso y siguió metiendo sus ropas como si no hubiese escuchado entrar el chico. Estaba nerviosa y lloraba. Corrales se acercó hasta ella y la detuvo intentando abrazarla.
- ¿Qué te ocurre?
- ¡No podemos estar más tiempo aquí! Hay que irse – le dijo deshaciéndose de los brazos del hombre para continuar con el equipaje.
- Marta, tranquílizate y dime lo que ha pasado.
- La perra de la comisaria me hizo hablar con él – balbuceó entre lágrimas - y me lo dijo claramente. Lo sabe todo. Todo. Y me va a matar. ¡Me va a matar! – Marta se derrumbó y se dejó caer sobre la cama. Corrales se arrodilló ante ella y apoyó sus manos sobre las rodillas de la chica.
- No puede hacerte nada. Entiendo que tengas miedo de él por todo lo que te hizo. Pero esto lo ideamos juntos para que no volviera a hacerte daño. Y lo hemos conseguido.
- Yo no planeé nada. Todo fue idea tuya.
- Lo hice porque te quiero y porque quiero que seas feliz.
- No puedo ser feliz mientras Alejandro pueda hacerme daño.
- Pero ya no puede hacerte daño. ¡Va a ir a la cárcel!
- ¡Tengo miedo! Y estoy cansada de huir…
Marta se abrazó a Corrales y lloró desconsolada.
- Aguarda sólo una semana más, cuando entre en prisión preventiva, los dos nos marcharemos para iniciar una vida juntos. Ese es nuestro plan. Nos lo prometimos. Y las promesas están para cumplirlas.
- Sólo una semana y nos vamos...
El fotógrafo asintió sonriendo y ambos se besaron.

Eva entró en la redacción de El madrugador en medio de un murmullo generalizado. En muchas mesas se veían claramente numerosos ejemplares de la edición especial de La verdad, en cuya portada aparecía una foto de grandes dimesiones con la periodista exclusivamente tapada con una página de periódico. En páginas interiores había más fotos de ella semidesnuda y el gran titular: Una periodista para todo, que encabezaba un artículo en el que se hacía un rápido repaso de la vida de la reportera centrándose, sobre todo, en lo más escabroso de su historial amoroso. En la página web de La verdad, también se había colgado un vídeo en el que Eva despotricaba contra toda la cúpula empresarial y el director de su diario. La periodista cruzó el pasillo directa hacia el despacho del director, tratando de simular que los comentarios en voz baja que iba dejando atrás no le afectaban.
- Me alegra que hayas venido sin necesidad de que te llamara – le agradeció Ignacio.
- He venido en cuanto he visto la portada de esa basura que llaman La verdad.
- Nuestros servicios jurídicos ya están en marcha. Les vamos a denunciar por atentando al honor. Se les va a caer el pelo.
- Sé quién es el promotor de todo esto…
- No me importa quién ha sido. Sólo quiero que sepas que te apoyaré en todo…
- Sé que han colgado un vídeo mío por Interne en el que digo unas cositas...
- No hace falta que digas nada. También te defenderé ante los jefes. Ya les he convencido de que se trata de una maniobra por tu recién nombramiento…
Eva se había preparado un discurso para justificar aquellas deshonrosas imágenes pero se vio sorprendida por el respaldo sin fisuras del director.
- Gracias, Ignacio. No me esperaba esto. Estás siendo muy bueno y comprensivo conmigo.
- No te mereces menos – le dijo sonriendo – ahora sal ahí y con la cabeza muy alta mandas a todo el mundo a trabajar, ¿vale?
- De acuerdo – Eva se giró y estaba a punto de salir cuando el director la detuvo.
- Oye, ¿de verdad crees que soy un niñato superficial hijo de papá al que le viene grande el puesto?
- Eso lo dije hace mucho y estaba un poco perjudi…
- Es broma. No hace falta que justifiques nada. Vete, anda.
La periodista salió del despacho avergonzada pero, ante el resto de la redacción, se recompuso rápidamente. Dio dos gritos, lanzo media docena de órdenes y sintió una enorme sensación de alivio. Libertad se le acercó.
- Me imagino que la bronca del director ha tenido que ser gorda, ¿no? Menuda putada te han hecho los de La verdad. Espero que no haya sanciones para ti. Yo te apoyaré siempre – le aseguró la becaria.
- No necesitaré tu apoyo, bonita. Tengo todo el que necesito del director. Y ahora hazme cuatro copias de esto y ponte con la agenda – le instó entregándole una enorme pila de folios.
Libertad no pudo disimular un amargo desconcierto.

Eduardo llegó puntual a su cita con Román en el bar donde siempre tomaban el café entre trabajo y trabajo. Soprendentemente, Román había llegado antes y ya estaba esperándole en la barra.
- Menuda la has líado. No querrás escuchar la de barbaridades que Eva ha soltado por su boca sobre ti. Y tengo que decir que, en esta ocasión, te mereces casi todas. Soy tu amigo pero esto ha sido demasiado. Venderte así… - le reprochó el fotógrafo de El madrugador.
- No sigas por ahí, Eduardo. Yo no he hecho.
- Sí, claro, eso es muy fácil decirlo pero creo que Eva sabe muy bien quién le hizo esas fotos tan… picaronas, por decirlo, finamente.
- Yo le hice las fotos pero no fui yo quien se las dio al periódico. De hecho, me autodespedí para no tener que entregarle ninguna imagen de Eva. Supe que querían hundirla y preferí irme del periódico para no contribuir. Alguien me robó esas imágenes.
- ¿Y sabes quién es?
- Sí, pero eso es cosa mía y ya estoy tratando de arreglarlo. ¿Cómo está Eva? ¿No la habrán echado?
- Acabo de hablar con ella. Echa pestes sobre ti y creo que habló de utilizar unas tijeras con cierta parte de tu cuerpo pero, por lo demás, decía que el director la había apoyado y que El madrugador le iba a presentar una querella a La verdad. Lo peor es que Eva había accedido a darte trabajo en el diario. Claro que eso fue antes de que tu archivo privado se publicase en toda la ciudad…
- La he cagado, ¿no?
- Yo diría que más bien que sí ¿Qué vas a hacer ahora?
- No te preocupes por mí. He conseguido un trabajillo haciendo retratos en un campeonato de minibasket…
- ¿Y de eso vas a vivir?
- Supongo que me tendré que poner las pilas. Ya debo tres meses del alquiler. Si te enteras de algo…
- Claro, pero si necesitas dinero, algo que puedo prestar. No mucho pero algo…
- Gracias, Edu. A pesar de mis cagadas, es bueno saber que siempre hay un amigo… Pero en este lío me he metido yo solo, y yo solo tendré que salir.
Eduardo se despidió y se marchó del bar. Román pidió otra coca-cola light y mientras la esperaba un hombre, sentado a su lado, comenzó a hablarle.
- No he podido evitar oír su conversación. Y creo que tengo un trabajito que podría interesarle.
- ¿Y quién es usted?
- Considéreme un aliado.

En la redacción de El madrugador, Eva repasaba su reportaje sobre la muerte de la Toñi, cuando notó que alguien la observa por detrás. Al volverse, vio que era Laura.
- No quería molestarte, Eva. Simplemente, ¿se sabe algo nuevo de la muerte de la Toñi?
- Iba a llamarte ahora, Laura. Sé que era amiga tuya y que fuiste tú quien la encontraste muerta. Debió de ser muy duro. ¿Cómo te sentiste? – le preguntó Eva con la libreta y el bolígafo a punto.
- Tenemos que hablar pero sin apuntes ni grabadoras de por medio. Es muy importante.
Laura cogió de la mano a la subdirectora y se la llevó a la sala de las máquinas de comidas y bebidas. Se aseguró de que no había nadie cerca y comenzó a hablar en voz baja.
- Eva, me tienes que prometer que esto que te cuente ahora no saldrá publicado. Al menos, no de momento.
- Si hay algo que he respetado siempre son las gargantas profundas…
- Sí, algo de eso he leído sobre ti en La verdad pero vamos a lo que vamos. ¿Puedo confiar en ti?
- Claro, de compañera a compañera. ¿Qué sabes?
- La Toñi fue testigo del crimen de Jimena. Ella lo vio todo. Yo cometí el terrible fallo de contárselo a todo el mundo. Y creo que mi indiscrección le ha salido muy cara. El asesino debió enterarse de que la Toñi podía desemascararle y decidió adelantarse a que ella aportase los datos.
- Pero la policía no halla ningún vínculo entre ambas muertes.
- Ella me lo confesó antes de morir. La persona que le había clavado el cuchillo es la que sólo días antes había matado de la misma forma a Jimena. Y te digo más… Era una mujer.
Eva se quedó sorprendida por la revelación y, por primera vez, confió en Laura.
- Eso que dices, ¿lo sabe alguien más?
- Sólo Mauri, el dueño de La salamanquesa y muy amigote mío.
- Pues no debes contárselo a nadie más.
- No lo haré pero tienes que comprometerte a algo.
- Dime.
- Sé que pocos en este periódico confían en mí por ser la hija de Chaflers y haberme bebido en esta redacción media destilería irlandesa. Pero te prometo que soy una buena periodista. Y se lo debo a la Toñi. Déjame ayudarte con esta investigación. Encontremos a la asesina.
La subdirectora dudó por unos momentos pero se dejó llevar por los ojos llorosos de Laura.
- De acuerdo.
Y ambas sellaron su pacto con un apretón de manos que acabó en abrazo. Las dos dejaron la sala de las máquinas pero la habitación no se quedó vacía. Libertad salió del rincón donde había permanecido oculta y desde donde lo había podido escuchar todo.

Natalia se levantó de su asiento tras más de una hora ante la pantalla.
- Necesito un cigarrillo. ¿Me acompañas fuera? – le preguntó a Carmen.
- No, gracias, estoy muy liada – le respondió con sonrisa forzada.
Natalia se alejó a la terraza y Carmen no dudó en levantarse apresuradamente para sentarse delante del ordenador de su compañera. Lo primero que hizo fue buscar algún documento reciente pero no encontró nada de interés así que se dio prisa en rastrear el correo electrónico. Esperaba ver algún mensaje de Ignacio pero no apareció. Revisó cajones y folios pero nada de lo que veía sació su urgente curiosidad. Cuando levantó la vista, un mensajero la saludó. Llevaba un paquete en la mano.
- ¿Natalia?
Carmen miró a su alrededor para comprobar que nadie en la redacción había escuchado al joven.
- Sí, soy yo.
- Le traigo un paquete. Fírmeme aquí.
La periodista rubricó como pudo el papel que le entregó el chico y se apoderó del envío. Corrió a ocultarse en el cuarto de baño para abrirlo. Era una especie de vestido blanco con bordados dorados. Le pareció hermosísimo y sintió enormes celos. Dentro de la caja, había una nota.
- Esta noche en la nave industrial. Cuatro golpes secos y dos más seguidos. Lleva nueva capa – leyó extrañada.
Carmen supuso que Ignacio le escribía en clave para no descubrir su relación con Natalia. Al final del mensaje se recordaba la dirección de la nave y la hora de la cita.
- Allí estaré yo.

Libertad avanzaba a paso rápido por la calle hasta que se detuvo ante un gran edificio. Volvió a cortar el sonido del móvil. Era la enésima llamada de Román. Sabía que el fotógrafo trataba de contactar con ella para reprocharle el haber utilizado sus imágenes. Pero no estaba para esa conversación. Sus planes no habían salido tal y como los había planeado. Así que había decidido tomar las riendas de su nueva vida. Entró en la redacción de La verdad y buscó sin preguntar el despacho del subdirector, Chiqui Esteban. El hombre estaba reunido con varias personas cuando entró sin llamar. Pareció interrumpir una discusión.
- Perdone. Soy Libertad y busco a Chiqui Esteban.
- Estamos en una reunión, ¿no se ha dado cuenta? -e contestó.
- He sido becaria de El madrugador y tengo información sobre el crimen de Jimena María Alcollante que creo que puede interesarle mucho a su periódico.
Chiqui Esteban se disculpó ante los hombres que se reunían en su despacho y se llevó a la joven a una habitación anexa.
- ¿Usted me envió las fotos de Eva?
- Sí. Y ahora tengo datos que harán temblar la investigación policial.
- Me la he jugado ante los dueños del periódico con las fotos de esa petarda pero que me quiten lo bailao. El video colgado en Internet ha batido record de visitas. ¿Qué tienes?
- Tengo las últimas palabras de la asesinada en La salamanquesa. Ambos crímenes están conectados.
- Me parece interesante. Pero, ¿por qué iba a fiarme de ti? No te conozco de nada.
- Traigo esta información fresquita de la redacción de El madrugador. Las ventas de La verdad han caído un 20% en los ultimos seis meses. Su puesto está ahora mismo en el aire y yo le estoy aportando las únicas noticias de interés que usted ha publicado en mucho tiempo. Con ello, volverá a fastidiar a Eva. Me necesita y lo sabe.
- ¿Qué quieres a cambio?
- Me conformo con un contrato de redactora y mi nombre junto a la información de portada.

La comisaria Alejandra volvía a hacer horas extras. Desde que aterrizó en el cargo apenas dormía y lo peor era que su esfuerzo parecía no dar resultados. La investigación seguía completamente estancada y sus superiores no hacían más que presionarla. El tiempo máximo de detención de Alejandro se había agotado y el juez había exigido que el arrestado fuera conducido a su despacho para tomarle declaración. Ordenó a los agentes trasladar al detenido desde el calabozo a los juzgados. La comisaria sabía que carecía de pistas definitivas para sostener su encarcelamiento pero confiaba en que el temor generado en la ciudad llevase al magistrado a tomar esa medida preventiva. Sin embargo, ni ella misma ya estaba convencida de que Alejandro fuera el asesino de Jimena. De lo único que estaba segura es de que él y su novia Marta ocultaban algo. Alejandra resolvió esperar la decisión del juez en casa. Recogió sus cosas. Notó el revuelo nada más salir del despacho. Había gritos y carreras. Agentes cruzaban velozmente los pasillos sin orden. Fue Javier el que se dirigió a ella para informarle de lo que ocurría.
- Alejandro se ha escapado y ha robado varias armas.

miércoles, 19 de marzo de 2008

CAPÍTULO VI: EL RASTRO DE LA SANGRE


(En capítulo anteriores: Román fracasa en su intento de conseguir trabajo en El madrugador debido a una recién ascendida Eva, quien rechaza cualquier posibilidad de favorecer al fotógrafo. Al menos, consigue el consuelo de Libertad. Laura trata de convencer a sus compañeros de redacción de su investigación sobre el crimen pero la credibilidad de su fuente, la Toñi, resulta nula. La comisaria interroga al primer detenido por la muerte de Jimena, Alejandro, cuya novia, y Corrales celebran el éxito de su misterioso plan).

Libertad abrió los ojos. La persiana permitía entrever que ya era de día. A su lado, seguía durmiendo Román. Se levantó. Comenzó a vestirse cuando el chico se despertó.
- ¿Ya te vas? – le preguntó él mientras bostezaba.
- Sí, tengo que pasar por casa antes de ir al periódico.
- Oye, gracias – dijo mientras se sentaba en la cama – me has ayudado mucho.
- Tú lo que tienes que hacer es olvidarte de esa petarda de Eva.
- No puedo. La verdad es que yo no me porté muy bien con ella en el pasado. Pero ella tampoco se ha portado demasiado bien conmigo. Y pensar que por ella he perdido mi trabajo.
- ¿Dejaste tu trabajo por ella? ¿Por qué? No lo puedo entender.
- En fin, el subdirector estaba enfadado con ella por unas cosas que Eva había publicado sobre él. Me amenazó con despedirme si no reunía documentación comprometida de ella. Y de Eva tengo imágenes que harían temblar un país entero.
- Ah, ¿sí?
- De hecho, llegué a reunir algunas fotos y las metí en ese sobre – el fotógrafo señaló la mesa donde reposaban las imágenes que había seleccionado – Estuve a punto de entregárselas pero, al final, pensé que le fallaría a ella y a mí mismo. También seguí tu consejo.
- E hiciste bien – le respondió Libertad tras hacer una pausa – ponerte a su nivel no es la solución.
Román se levantó de la cama.
- Me doy una ducha rápida y te llevo a casa – le susurró a la chica mientras le daba un beso. Libertad esperó a que el fotógrafo entrara en el cuarto de baño. Miró el sobre encima de la mesa. Y sonrió.

Corrales también se levantó de la cama. Marta dormía pero era sólo una apariencia porque antes de que el joven se apartara, ella le agarró por la cintura.
- ¡Qué feliz soy! Ya podemos estar tranquilos. Esta misma tarde haré las maletas y nos iremos a casa. Empezaremos nuestra vida juntos.
- No debemos precipitarnos, Marta. Si nos fuéramos ahora, podrían sospechar de nosotros. Y lo que menos debemos hacer es llamar la atención. Debemos permanecer aquí de momento. Yo, en el periódico. Y tú, como hermana y novia desconsolada.
- Estoy harta de fingir.
- Lo que tienes que hacer es concentrarte para no meter la pata en el interrogatorio. Esa comisaria es dura de pelar. Te lo digo con conocimiento de causa.
- ¿La conoces?
- No, pero tengo referencias de ella por mis colegas. Además Alejandro ha podido arremeter contra ti. Si ata algunos hilos, puede pensar mal de su querida novia.
- Si me hizo lo que me hizo, yo ya sé que no es de fiar. Pero, tranquilo, me sé muy bien mi papel.
El fotógrafo sonrió y ambos se besaron.

Natalia acababa de recibir un correo electrónico. Lo leyó algo preocupada pero no pudo terminarlo porque Carmen, su compañera de mesa en El madrugador, la interrumpió.
- ¿Qué haces?
- Pues trabajar, ¿qué voy a estar haciendo? – le contestó mientras minimizaba la página con rapidez.
- Me tienes que ayudar, Natalia. He pensado en organizar una quedada de la redacción esta noche. Así invito a Ignacio y tengo oportunidad de conocernos más de cerca.
- ¿Y qué tengo yo que ver con eso?
- Es que, ya que a mí no me hace mucho caso, a lo mejor si se lo propones tú como algo general de toda la redacción, accede más fácilmente.
- Esta noche no puedo Carmen.
- Siempre estás liada. Tú no eres ni amiga ni compañera ni nada. Pero, ¿qué es eso tan raro que haces cada noche? ¿Con quién estás liada y no me lo cuentas?
- Con nadie.
Natalia se alejó y se acercó a la máquina de café. El director salió de su despacho y se aproximó a la chica. También quería tomar algo de beber. La periodista no se percató de la presencia de Ignacio y cuando se dio la vuelta le arrojó el contenido de su vaso.
- ¡Otra vez! ¿En esta redacción nadie mira por donde va?
- Lo siento. Qué torpe estoy – lamentó Natalia mientras trataba de secar el estropicio sobre la camisa del director.
- No pasa nada, tonta. La tintorería te la descuento del sueldo y ya se arregla todo.
Ambos empezaron a reír a carcajadas. El director apoyó su mano sobre el hombro de Natalia. Carmen observaba la escena desde lejos con profunda indignación.
- Pero, qué tonta he sido. Ahora lo entiendo todo. Y yo que creía que era mi amiga. Pero esto no se queda aquí. Ya verás.

Eva y Eduardo regresaron a la casa de Jimena. El fotógrafo probaba suerte con una horquilla prestada pero la cerradura se le resistía.
- He hablado con Ignacio, ¿sabes? – dijo ella para hacer tiempo mientras él seguía peleándose con la puerta.
- ¿Hablar sobre qué?
- Sobre Román. He estado pensando y creo que me pasé con él. Supongo que si me pidió trabajo es porque está bastante necesitado. Así que le he pedido a Ignacio que le contrate.
- ¿Y qué te ha contestado?
- Que haga lo que yo quiera que para eso soy la nueva subdirectora. Pero que no quiere conflictos en la redacción. Es que, ya sabes, yo le conté un poco de lo que iba la cosa…
- Me parece muy bien. Él se pondrá muy contento. Así trabajaremos juntos y no nos tendremos que pelear por el mejor sitio. Eso, si el nuevo no nos jubila a todos. Dos días y ya es jefe de edición.
- A mí ese tío no me da buena espina…
- ¡Ya está!
La puerta acababa de abrirse. Ambos entraron con sigilo. De nuevo, la casa parecía vacía. Eva fue la más valiente y corrió a abrir los primeros cajones que encontró.
- Pero, ¿buscamos algo en concreto? – le preguntó el fotógrafo.
- Todo y nada. Cualquier cosa nos puede servir pero, sobre todo, si tiene relación con Chaflers. Ahora que sabemos que entra aquí con suma facilidad, tenemos que encontrar qué es lo que les unía.
Eduardo se adentró un poco más en la casa mientras la chica metía papeles que encontraba en una bolsa, aunque no parecía muy convencida de lo que hacía. De pronto, el fotógrafo se alertó.
- ¡Díos mío!
- ¿Qué pasa?
- ¡Las flores! – exclamó señalando el solarium que ya habían visto el día anterior.
- ¿De qué flores me hablas?
- ¿No te acuerdas? El otro día en esa habitación había un montón de flores y ya no queda ninguna.
- ¿Y para eso tanto alboroto?
- Creo que las flores, Eva, son más importantes de lo que pensamos. He investigado por Internet a Chaflers y resulta que acaba de hacerse con dos empresas, una dedicada a la producción de gas con una nueva planta en la bahía, y otra, una distribuidora en el polígono industrial de ¿a qué no sabes qué?.
- ¿De flores?
- Ahí estamos. Creo que Jimena trabajaba para Chaflers en ese negocio. Y si esas flores han desaparecido será por algo
Eva lució una amplia sonrisa y Eduardo no supo interpretarla.
- Te parece una tontería, ¿no? - murmuró avergonzado el fotógrafo.
- Todo lo contrario. Me has sorprendido. No esperaba ese ramalazo de periodismo de investigación tan bestial de un fotógrafo.
- Somos mejores de lo que te piensas.
- Son demasiados años de rutina viendo siempre lo mismo. Y ahora, ¿sabes lo que vamos a hacer?
- ¿Ir a la redacción a poner todo esto en papel?
- Pero, ¿qué vamos a poner en papel si no tenemos nada? De verdad, que eres lo peorcito que hay. Ahora mismo nos vamos a ese polígono industrial. Hay una empresa de flores que nos espera.

Laura llegó a su mansión. Esperaba una nueva noche de aburrimiento hasta las tantas cuando vio en el garaje el coche de su padre. Corrió a la puerta. Cuando la abrió, el señor Chaflers estaba de pie en el salón, junto a la chimenea.
- ¡Papá! ¡Has vuelto! ¿Cuánto tiempo llegas aquí? – le preguntó visiblemente emocionada mientras le abrazaba.
- He llegado esta mañana. ¿Y qué tal todo?
- Muy bien pero necesito 6.000 euros.
- Pero si ya te di ese dinero para el lote de manzanilla.
- Sí, pero yo te pedí La Guita y tú me enviaste Hornimans. Además el dinero no es para beber. Es para mi trabajo. Quiero comprar a una fuente, como los buenos periodistas.
- Pero, ¿por qué ibas a hacer eso?
- Es que el periódico no me quiere dar… bueno no tiene fondos para pagarle a la Toñi, que es una artistaza que no veas que canta en La salamanquesa. Tendrías que ver cómo interpreta Como una ola. Es que se te caen los pelos del sombrajo… Bueno, a lo que iba, que además de artista es fuente porque ella vio todo el crimen de Jimena María Alcollante pero me pide 6.000 euros por la información
- ¿ Que ella lo vio todo? ¿Y por qué no va a la policía?
- Porque a ella no le gusta la policía. Lo resume en su frase: ese agente que me la ponga en la frente.

- Te juntas con una gente.. Toma – dijo firmando un cheque que entregó en la mano a su hija – Todo sea por la felicidad de mi niña. Ambos volvieron a abrazarse. Ella, con sonrisa ilusionada. Él, con semblante serio.

Chiqui Esteban apagó la luz de su despacho en La verdad. Cuando estaba a punto de entrar en el ascensor, un redactor le detuvo.
- Perdone, subdirector…
- ¿Qué quieres? Ya me iba. Y tengo prisa.
- Acaban de enviarle este sobre. Por fuera dice que es importante y urgente.
Chiqui revisó el contenido sin mostrárselo a quien se lo había entregado. El subdirector rio complacido.
- ¿Es importante? – curioseó el redactor.
- Muy importante. Ahora tengo una cita importante pero volveré. Diles a los de cierre que reserven una página y un faldón en la portada. Mañana daremos de que hablar.

Marta entró en la comisaría. Javier la acompañó hasta el despacho de Alejandra, quien la aguardaba con rostro severo. La chica mantenía sus grandes gafas oscuras.
- Esto no es Gran Hermano. ¿Se podría quitar usted las gafas?
- Es que soy fotosensible.
- Ya. Bueno, le agradezco que haya venido. Me imagino que no lo estará pasando muy bien. Su novio ha sido detenido por matar a su hermana. ¿Qué tiene que decir?
- Que me parece muy fuerte – contestó mientras rompía en llanto.
- No tengo tiempo para lágrimas. ¿Qué sabe usted del asesinato de su hermana?
- Ya se lo dije todo. No tengo ni idea. Sólo que Jimena me llamó cuatro días antes y me advirtió de lo peligroso que era Alejandro. Pero nada más.
- ¿Y no sintió curiosidad por ese mensaje? Su hermana llevaba años sin contactar con usted y, de repente, esa llamada. ¿Sabe? He llegado a dudar de que esa llamada se hubiese producido…
Marta tragó saliva.
- Pero hemos comprobado en la factura de teléfono de su hermana que así fue. ¿Nos está ocultando algo?
- ¿Yo? Para nada. Sólo le digo la verdad.
- Levántase, me imagino que quiere hablar con su novio.
A la chica se le cambió la cara.
- ¿Yo? Ejem… no sé si estoy preparada.
Pero la comisaria no le hizo caso. La cogió del brazo y ambas salieron del despacho, recorrieron un largo pasillo y llegaron a una puerta. Era la sala de interrogatorios. Alejandra le hizo un gesto para que pasara. Marta temblaba. Javier, que acompañaba a las mujeres, abrió la puerta y dejó paso a la joven. La comisaria se quedó fuera. En el interior de la habitación esperaba sentado Alejandro.
- Hola – saludó tímidamente Marta.
El joven, con la mirada perdida, se acercó lentamente a su novia mientras el policía custodiaba la puerta. Extendió sus manos y la abrazó. Su boca se acercó al oído de Marta.
- Gracias por venir – dijo en voz alta pero enseguida añadió susurros para que el agente no le escuchara – Sé que estoy aquí por tu culpa. Pagarás por ello.
Marta trataba de zafarse del abrazo pero él lo intensificó.
- Te voy a matar en cuanto salga de aquí. Lo sabes, ¿no? – volvió a murmurar y de repente elevó el volumen – Te quiero un montón. Yo soy inocente. Y tú lo sabes.
La chica lloraba. Por el miedo y por el dolor que le producían los brazos de su novio. Tras el falso espejo, la comisaria observaba la escena.
- Estos dos ocultan algo.

Era de noche y el polígono industrial estaba vacío. Dos sombras cruzaron una de sus calles. Eva y Eduardo buscaban la empresa de flores de Chaflers. Por fin la encontraron pero cuando iban a entrar vieron a una mujer que llamaba al gran portón. Los dos trabajadores de El madrugador se escondieron tras un coche.
- ¿La has visto? ¡Era Natalia! – se sorprendió Eva.
- Pero, ¿ella no está en Cultura? De verdad, que tenéis un lío de secciones.
- Aquí es que la gente no respeta ya nada. Tenemos que entrar ahí sea como sea.
Ambos se acercaron al edificio. Lo rodearon y no tardaron en descubrir una ventana abierta accesible. No sin esfuerzo, lograron colarse en el interior tras utilizar varias cajas apiladas. Ya dentro escucharon una extraña música. El sonido fue el rastro que siguieron para avanzar por el inmueble. Subieron varias escaleras. Tardaron en ver luz. Habían accedido a unos pasillos en alto que rodeaban la planta baja. Los dos se miraron extrañados. Casi un centenar de personas se vestían con capas blancas y se tapaban las caras con capuchas del mismo color. Entre ellas, estaba Natalia. Eva no tardó en reconocer otro rostro conocido. El de Chiqui Esteban, el subiderector de La verdad.
- Pero, ¿qué es esto? – preguntó intrigado Eduardo.
- Todo menos una empresa de flores – le contestó Eva.
Ambos se sobresaltaron cuando la música cobró volumen. La multitud blanca se colocó en perfecto orden dirigiendo la vista hacia un palco con un atril.
- ¡Hossana! ¡Hossana! – cantaban todos.
De pronto, una especie de sacerdote, vestido con una túnica negra y roja y con la cara cubierta por una máscara de grandes dimensiones apareció tras una cortina y se colocó frente al atril.
- ¡Se acerca el día, hermanos! ¡Hay que estar preparados! ¿Lo estáis? – proclamó en tono solemne.
Una afirmación colectiva resonó en la nave industrial e hizo temblar a los dos testigos.

Laura caminaba feliz por las oscuras calles del centro. Llevaba el cheque de su padre en el bolso. Llegó a La salamanquesa. Era el día de descanso en el bar pero sabía que encontraría allí a su propietario y a la Toñi, que aprovechaba esta jornada para ensayar. La puerta estaba entreabierta. Ella terminó de abrirla. El club parecía vacío, aunque las luces estaban encendidas.
- ¿Mauri? ¿Toñi? Traigo el dinero para que me cuentes toda la verdad.
Al entrar, vio que el dueño del bar yacía en el suelo inconsciente.
- ¡Mauri! ¡Díos mío! ¿Qué ha pasado!
El chico no respondía a los golpes que le daba Laura. Pero, de pronto, abrió los ojos.
- ¡Mauri! ¿Qué ha ocurrido?
- Alguien me ha golpeado por detrás. No sé qué ha pasado.
- ¿Y la Toñi?
- Estaba en su camerino.
Laura cruzó el bar corriendo. Llegó hasta la habitación de la artista. La cantante yacía en el suelo entre un gran charco de sangre. La chica gritó horrorizada, se agachó y le agarró la cabeza con suavidad.
- ¡Toñi! ¿Qué te han hecho?
- Mmmmm – respondió con una voz bajísima
- ¡Estás viva! Díos mío. Voy a llamar una ambulancia – suspiró mientras trataba de sacar el móvil del bolso pero la Toñi la agarró con una mano.
- Me muero toa.
- Tranquila, todo saldrá bien. Vendrá un médico muy guapo y te sacará de aquí. Ya verás. Te pondrás bien – le respondió llorando.
- Para una cosa que me clavan en quince años y tenía que ser un cuchillo jamonero…
- No te preocupes, Toñi… Todo saldrá bien.
- Laura, éste es mi fin… - musitó.
- ¡No! ¿Quién te ha hecho esto? ¿Ha sido el mismo que mató a Jimena?
- Sí… - respondió ya con un hilo de voz casi inaudible.
- ¿Quién ha sido el cabrón?
- No era un hombre. Era una mujer…
Y, en ese momento, la Toñi se desvaneció. Habían sido sus últimas palabras.

lunes, 17 de marzo de 2008

CAPÍTULO V: LA TRAICIÓN DEL AMOR

(En capítulos anteriores: El misterioso fotógrafo Corrales ha sido fichado por El madrugador tras conseguir las imágenes clave del asesinato de Jimena María Alcollante. Otro fotógrafo, Román, de La verdad, ha renunciado a su puesto para no traicionar a la que fue su amor, Eva, quien ha descubierto que existe relación entre la joven muerta y el conocido empresario Chaflers, el padre de Laura, otra periodista que ha indagado en los bajos fondos sobre el crimen. Un crimen que ya tiene su primer detenido: Alejandro, el cuñado de la fallecida).

El madrugador lo había vuelto a conseguir. En exclusiva llevaba a portada la primera detención por el caso del asesinato de Jimena María Alcollante. Eva había recibido la llamada de su confidente policial, Javier, apenas media hora antes de que se cerrarse la edición. Corrió a la redacción y escribió una página entera bajo el titular: La Policía detiene al cuñado de Jimena como presunto autor del crimen. La periodista ya estaba buscando fotos de archivo cuando Corrales, el nuevo fotógrafo, se presentó en la redacción con una tarjeta llena de imágenes del momento del arresto. Sin duda, alguien también le había informado. Y no había sido ella.
- No sé cómo lo has hecho. Cuando a mí me han avisado, el tío ya estaba en los calabozos. Y estas fotos son del hotel donde fue detenido – le dijo la redactora cuando terminó de escribir.
- ¿Yo te pido a ti explicaciones de cómo encuentras las noticias?
- No, pero yo me muevo mucho en el ambiente policial… Así que ya me contarás quién te informa a ti…
- Es que aquí estáis muy mal acostumbrados. Yo no soy de los que esperan a que me lleguen las noticias. Yo voy a ellas.
- Y has llegado el primero…
- No sólo he llegado el primero. He sido el único. No lo olvides…
El fotógrafo se alejó. El móvil de la periodista sonó repentinamente. Era Eduardo.
- Hola, Edu. Sí, ya he terminado (…) No, todavía no he podido hablar con Ignacio de lo que hemos visto en casa de Jimena (…) De momento, creo que lo mejor es no decir nada (…) Ese tío es muy poderoso y tenemos que tener esa información muy atada (…) Hay que seguir muy de cerca a la hija. Hay que aprovecharse de que trabaja aquí…

A esas horas de la madrugada, Laura seguía en La salamanquesa, el club donde actuaba cada noche la Toñi.
- ¡Toñi! Eres una pedazo de artista. ¡Qué grande eres! Vales por dos.
- Chocho, eso es que te has bebido catorce cubatas y ves doble.
- Toñi, ¿y es verdad que la Jimena venía aquí mucho?
- Y cada vez con un maromo distinto. Yo soy una mujer madura y tengo el coño como una cerradura pero ésa estaba en la flor de la vida y tenía to el poderío en el chumi metío.
- ¿Y el día de la muerte también vino?
- Yo ese día estaba muy perjudicada. Me había tomado tres pacharanes.
- Sé de lo que me hablas.
- No me acuerdo de mucho y to lo veía turbio. Pero la Jimena sí vino. Ahora, no me preguntes con qué maromo vino porque yo estaba ciega como una perra.
- ¿Y viste con quién se marchó? Justo después la mataron…
- Como te he dicho yo lo vi todo pero mantener este cuerpazo cuesta lo suyo…
- No te entiendo, Toñi.
- Que esa información te va a costar mucho parné.
- Qué poquita vergüenza tienes.
- Todo lo que tengo de morro lo tengo de potorro. Y tengo que decir que mi boquita se va a quedar cerrada hasta que no vea los billetes.

Al día siguiente, Ignacio observaba orgulloso en su despacho la edición del periódico que dirigía. A La verdad ni siquiera le había dado tiempo a publicar la noticia de la detención de Alejandro. En cambio, El madrugador lucía una página entera con imágenes impactantes del arresto. Llamaron a la puerta.
- Pase.
Libertad, la becaria, se asomó.
- ¿Se puede?
- Sí, claro. Tú eres la única que tiene educación en esta redacción y llama antes de entrar.
- Le quería preguntar por mi reportaje del ibis eremita. He visto que no ha salido. Había trabajado bastante en él…
- Bueno, tuvimos que levantar bastantes cosas con el tema del crimen. Lo tuyo puede esperar.
- Es un ave en vías de extinción, ¿sabe?
- Lo sé, pero hay otras prioridades. Y, sinceramente, entre la exclusiva de Eva y tus pajaritos creo que es fácil elegir.
Libertad respiró profundamente antes de hablar.
- Yo discrepo… - pero el director no la dejó terminar y la interrumpió.
- Llámate a toda la redacción, que estén en el descansillo en quince minutos. Tengo algo importante que comunicar.
La becaria salió indignada del despacho.

Alejandro daba vueltas sin parar en la sala de interrogatorios, una pequeña habitación con una mesa, dos sillas una frente a la otra y un espejo. La comisaria entró acompañada de un agente que se quedó de pie junto a la puerta. La policía se sentó y le hizo un gesto al detenido para que hiciera lo mismo. El chico se resistió pero terminó cediendo.
- Esto es un tremendo error y se arrepentirán…
- No creo que amenazarme sea lo más indicado para usted teniendo en cuenta la situación en la que se encuentra… Lo mejor es que colabore.
- ¿Colaborar? Me acusan de un asesinato que no he cometido…
- En breve, llegará su abogado pero he pensado que no estaría de más hablar entre usted y yo en confianza.
- Yo a usted no la conozco de nada. Lo único que sé es que me ha detenido sin pruebas.
- Lamento decirle que se equivoca. ¿Cuándo fue la última vez que vio a Jimena?
- Hace mucho tiempo.
- Eso es mentira y usted lo sabe.
- Pero, ¿qué sabrá usted de mi vida?
La comisaria se levantó airada.
- Usted estuvo con Jimena la noche que murió. Y por mucho que intente negarlo, no podrá. Porque hay restos de ADN suyos en el cuerpo de su cuñada.
- Eso es imposible.
- Dígaselo al informe forense que le sitúa como único sospechoso de haber matado a Jimena María Alcollante. Lo tiene muy crudo. Así que lo mejor es que cuente de una vez toda la verdad.
Alejandro se calló por un momento. Tras pensarse su respuesta, volvió a hablar.
- Hay alguien que quiere involucrarme en esto.

Toda la redacción de El madrugador aguardaba el mensaje del director.
- ¿Para qué nos habrá reunido? - se interesó Natalia.
- ¿Querrá confesarme su amor en público? – sugirió Carmen.
- ¿Habrá reconsiderado la importancia del ibis eremita? – se cuestionó Libertad.
- Con la de cosas que tengo acumuladas… - se lamentó Eva.
- ¿Habrá que hacer fotos de esta reunión? – se preguntó Eduardo.
- ¿Por qué no ponen Bayleys en la máquina de café? – protestó Laura.
Ignacio apareció y se situó estratégicamente entre Eva y Corrales. El nuevo fotógrafo no solía aparecer por la redacción tan temprano.
- Gracias por estar todos aquí. Hoy hemos hecho un gran periódico. Y se lo debemos a dos personas a las que hoy quiero felicitar públicamente. Eva y Corrales. Un aplauso para ellos.
La redacción respondió con palmas desganadas.
- Tan bien han hecho su trabajo que hoy tengo que comunicar que Eva pasa a ser subdirectora y Corrales será el nuevo jefe de edición.
Hubo varios murmullos pero fue la periodista recién ascendida la que se atrevió a hablar primero.
- Todo esto es muy bonito. Pero, ¿qué voy a tener que hacer? Y, sobre todo, ¿cuánto voy a ganar más?
- Todo eso se verá pero como subdirectora quiero que seas mi enlace entre el resto de redactores y yo. Llevarás los asuntos de personal – le respondió feliz el director - ¿Y tú? ¿Estás contento? – preguntó mirando al fotógrafo, quien respondió con un vago gesto aprobatorio – Bueno, todos a trabajar.
- Yo quería decir una cosa – interrumpió Laura.
- ¿Qué quieres ahora?
- Tengo una información muy importante sobre el crimen de Jimena. Me la ha pasado una fuente muy buena. Alguien que lo vio todo.
De nuevo, un murmullo se apoderó de la redacción.
- ¿Y se puede saber quién lo vio todo y no lo sabe la policía? – se interesó Eva en tono incrédulo.
- Es la Toñi, una artistaza que canta en La salamanquesa. Lo que pasa es que reclama dinero por la información. Ahora con estos cambios, ¿esto te lo pido a ti, Ignacio, o ya lo hablo con la subdirectora?
- Con nadie. Laura, ya te dije que tú no te encargabas de ese tema. Te recomendaría que dejaras de ir a determinados tugurios y te centraras un poco en la labor que se te encomienda – le respondió el director. Ignacio se acercó al oído de Eva – A ésta mejor seguirle el rollo pero sin hacerle ningún caso, ¿vale? – le susurró.
El director se marchó y dejó a toda la redacción entre comentarios. La ausencia de contestación indignó a Laura, que se fmarchó enfurecida. Eva se acercó a Libertad.
- Oye, bonita, encárgate hoy del pleno municipal y, antes de irte, me traes un café a la mesa.
- Yo hoy tenía pendiente un reportaje sobre el ibis…
- Ya has escuchado al director… Soy la nueva subdirectora. Así que menos charlar y más trabajar. Que suficientes elementos subversivos tenemos en esta redacción.
La becaria se alejó maldiciendo entre dientes. Eva se giró para acercarse hasta su puesto cuando se encontró de frente con Román.
- Pero, ¿qué haces tú aquí? Tan bajo ha caído La verdad que te manda para espiarnos. Qué patético.
- Ya no trabajo allí.
- Mucho han tardado en echarte.
- Me he ido yo.
- Pues me parece muy bien. Después de este interesante informativo sobre tu vida, te dejo. Hasta luego – Eva hizo amago de marcharse.
- Me acabo de enterar de que eres subdirectora y… verás, yo necesito trabajo.
Eva lanzó una carcajada pero de pronto se puso seria.
- ¿Tú qué parte de 'vete de mi vida y no me vuelvas a hablar pedazo de cabrón' no entendiste?
- No se debe vivir del rencor, Eva. Te estoy pidiendo un favor. Si no lo quieres hacer por los buenos tiempos, hazlo por el periódico. Sabes que soy el mejor fotógrafo de la ciudad.
- Ahora tenemos uno que te da mil vueltas. Ni muerta dejaría que trabajaras aquí. No sé cómo tienes tanta poca vergüenza. Pero, ¿no te bastó con todo lo que me hiciste?
- Aquello fue un tropiezo… la vida está para perdonar.
- Que te perdone otra. Porque yo no. Y vete ahora mismo antes de que llame a los de seguridad. Aquí no eres bienvenido. Y no te lo dice Eva. Te lo dice la subdirectora de este periódico.
El fotógrafo abandonó la redacción con la cabeza baja. Libertad había observado la escena desde lejos. También Eduardo, quien no dudó en acercarse a Eva.
- Te has pasado un montón. Debe de estar metido en algún lío si ha venido para pedirte trabajo.
- Si te da pena, dale la mitad de tu sueldo. Yo a ese no lo quiero ni a dos metros de mí. Mis niveles de compasión los agoté conmigo misma por culpa suya. Así que…
- Tú no eres así y lo sabes. Dale una oportunidad.
- Eduardo, déjame en paz. Tú yo tenemos mucho trabajo. Esta tarde volveremos a casa de Jimena.
Román bajaba por las escaleras profundamente afectado por las palabras de Eva. Un grito le sobresaltó.
- ¡Espera! – exclamó Libertad, que había seguido al fotógrafo.
- Ah, hola. No te esperaba. ¿Qué quieres?
- Esa tía es una arpía. No le hagas ni caso. Se le ha subido el ascenso a la cabeza.
- No te preocupes. El error ha sido mío al venir aquí. No sé qué esperaba…
- Ignoro lo que os ocurrió a los dos en el pasado pero nadie se merece que le hablen así. No sé cómo lo has permitido…
- Supongo que, en parte, me lo merezco.
Román volvió a bajar la cabeza pero Libertad le cogió por la barbilla y le plantó un profundo beso.
- Yo sé cómo se curan estas cosas…

Chiqui Esteban entró en la comisaría. El subdirector de La verdad buscó el despacho de Alejandra pero encontró a la máxima responsable policial entre los pasillos.
- Con usted quería hablar yo.
- Lo siento pero no tengo tiempo. ¿Y además quién es usted? – preguntó la comisaria, visiblemente molesta.
- Soy Chiqui Esteban, subdirector de La verdad.
- Lo lamento pero no concedo entrevistas ni hago declaraciones.
- Pues bien que a los de El madrugador se informa desde esta comisaría de todas las detenciones que se producen a medianoche. Quiero datos y no pienso marcharme hasta que haya igualdad de trato a los medios de esta ciudad.
- Ignoro quién informa a los periódicos pero, desde luego, de mí no sacará una sola palabra… Además, ahora que me doy cuenta, usted conocía a la fallecida, ¿no? Su nombre aparece en mis informes.
- En fin… pues… sí.
- ¿Mantenía una relación sentimental con Jimena como se dice por ahí?
- Eso no es asunto suyo.
- Lo es en cuanto que esa chica está muerta y su crimen está por resolver. Le veo muy preocupado por su periódico y muy poco por la fallecida. ¿La amaba? ¿Qué sabe usted del crimen?
- Soy yo el que ha venido a hacer preguntas…
- Pues yo soy la comisaria y está usted en mi lugar de trabajo…
Chiqui Esteban pensó su respuesta.
- La muerte de Jimena ha sido muy dolorosa. Ella no debía morir en este momento.
- ¿En este momento?
- Quiero decir… que era muy joven.
- Usted y yo tenemos una conversación pendiente. Ahora, si me permite, debo seguir trabajando. La comisaria entró en su despacho y el subdirector se arrepintió de haber acudido a la sede policial.

Marta despidió al agente que acababa de tomarle declaración en su habitación de hotel. Alejandra había aceptado que la chica permaneciera allí tras comprobar su estado de abatimiento. No había podido dejar de llorar desde que su novio había sido arrestado por la muerte de su hermana. El policía le reveló que, al día siguiente, la propia comisaria la visitaría para seguir con el cuestionario.
- Muchas gracias. Ha sido muy amable – le dijo ella con los ojos enrojecidos y llorosos.
- De nada. Váyase a dormir y ánimo – le contestó el agente con ternura.
Al cerrar la puerta, Marta se secó las lágrimas y se miró al espejo para retocarse el pelo. Llamó desde su teléfono móvil.
- Sí. Ya se ha ido. Puedes venir.
La chica volvió al espejo, sacó la caja de maquillaje y se pintó las rayas de los ojos. Luego se pasó un pintalabios y se enrojeció las mejillas con colorete. Sonrió abiertamente al verse más bella. Se quitó el camisón que había llevado todo el día y se puso un vistoso y escotado traje de noche. No tardaron en llamar a la puerta. Corrió a abrirla.
- Me he puesto guapa para ti.
Corrales sonrió y entró en la habitación. Ambos se abrazaron. La chica acercó su boca a la oreja del fotógrafo.
- Tranquilo. Todo ha salido como teníamos pensado.

jueves, 13 de marzo de 2008

CAPÍTULO IV: LA NECESIDAD DE UN CULPABLE


(En capítulos anteriores. Marta reconoce a la comisaria Alejandra que contactó con Jimena cuatro días antes de que su hermana muriera apuñalada. Una llamada en la que Jimena le recomendó que se alejara de su novio Alejandro. El subdirector de La verdad, Chiqui Esteban, indignado con un reportaje de Eva, redactora de El Madrugador, obliga al fotógrafo Román, antiguo amor de la chica, a buscar en su archivo imágenes que la perjudiquen. La periodista acude a casa de Eduardo en busca de respuestas pero el hombre la espera con un cuchillo en la mano…)

Román pidió su cuarta coca-cola light. Sentado en una de las sillas del bar, junto a una mesa, no hacía más que remover el sobre que llevaba la mano. No le costó encontrar imágenes comprometidas de Eva. Se decidió por una fotografía en la que la periodista envolvía su cuerpo desnudo en una de las páginas de La verdad y en un video casero en la que ella se burlaba de todos sus compañeros de El madrugador, sobre todo, del director, Ignacio, visiblemente ebria. Documentación perfecta para la exigencia realizada por su jefe. Pero no podía dejar de sentirse mal. Si entregaba aquel sobre, hundiría a la que un día había sido su pareja. Si no lo hacía, perdería su trabajo en un momento especialmente delicado puesto que acababa de reparar su objetivo, necesitaba otro ordenador urgentemente y llevaba dos meses sin pagar el alquiler.
- ¡Hola!
Libertad, la becaria de El madrugador, estaba frente a él.
- Hola. No te había visto.
- Acabo de entrar. Me iba a tomar algo antes de ir a trabajar.
- Yo ya me iba pero… si quieres te invito. ¿Qué quieres beber?
- Un café. Necesito algo de energía… Te veo algo apagado. Creo que tú también necesitas energía...
- Digamos que no estoy en mi mejor momento… - de pronto decidió confiar en la chica - ¿Qué harías si tuvieras que decidir entre la seguridad de tu futuro o fallarle a alguien importante?
- No sé… si me explicas algo más…
- Me gustaría pero no puedo.
- Sinceramente, no te conozco. Pero si me estás diciendo todo esto es porque te importa esa persona a la que puedes fallar. No lo hagas. Sé fiel a tus principios.
Román sonrió levemente y finalmente cogió la mano de la chica.
- Gracias. Me has ayudado mucho. A ver si nos vemos un día… - dijo levantándose.
- Claro… cuando tú quieras – le respondió pero el fotógrafo ya no la oyó.

El cuchillo que Eduardo agarraba con su mano cayó al suelo. Eva se apresuró a cogerlo y lo dirigió a su compañero de periódico.
- ¡Apártate, asesino! Acabaste con Jimena pero no conmigo.
- Pero, ¿qué dices? Yo no he hecho – le respondió el fotógrafo llorando mientras caía al suelo de rodillas. La chica se le acercó.
- Entonces, ¿tú no mataste a Jimena? ¿Y qué significan todas estas fotos y ese mensaje en el suelo?
- Yo la quería. Estaba enamorado pero fui tan idiota que nunca me atreví a hablar con ella. Sólo le hacía fotos desde mi balcón. Ayer me emborraché tanto que cogí el cuchillo y escribí en el suelo. ¡Y acababa de poner la tarima flotante! – Eduardo volvió a romper en llanto.
-Tranquilo, tranquilo – le susurró Eva pasándole la mano por el hombro – Si ya sabía yo que tú no podías ser un asesino. Con lo bueno que tú eres…
- Lo mejor que tenía me lo han matado…
-Lo que tenemos que hacer es aclarar todo lo que pasó. Y encontrar al asesino. Y para eso tenemos que entrar en la casa de Jimena. A ti no te dejaría la llave, ¿no?
- Pero si casi no me atrevía a decirle hola en el ascensor, ¿cómo me va a dar la llave?
- Pues también es verdad. Me da igual. Tú y yo tenemos que entrar en esa casa. Tiene que estar llena de pistas…

La comisaria Alejandra estudiaba la documentación del caso Jimena. La confesión de Marta sobre la última llamada de su hermana le había hecho tomar algunas medidas. De pronto, Javier entró en su despacho bruscamente.
- Pase – dijo la policía con ironía.
- Lo siento. Pero tengo novedades importantes. Acaban de llegar las pruebas de ADN sobre los restos encontrados en la ropa de la chica.
- Sí. Las esperaba para hoy.
- No hay huellas pero sí hay pelos. Han aparecido en la camisa y en la falda. Pelos que no son de ella – sentenció el agente.
- ¡Los pelos del asesino!

Carmen recogía sus cosas en la redacción del periódico. Natalia todavía escribía en el ordenador. Ignacio salió de su despacho y pasó por delante de las redactoras. Entonces Carmen inició una conversación repentina.
- Claro, Natalia. Estás muy liada y no puedes venir. Pues me haces una faena porque tenía las entradas desde hace semanas. Y ahora tendré que ir sola..
- Pero, ¿qué dices? – le preguntó Natalia sin levantar la cabeza del ordenador.
Carmen le trató de hacer un gesto para que le siguiera el juego.
- Pues me han dicho que es una obra buenísima. ¡Qué pena!
- Hasta luego, no trabajéis mucho - Ignacio pasó de largo sin hacer ningún caso a la chica.
- ¡Qué porquería! Pues esto a veces funciona en las películas.
- Si quieres que salga contigo, díselo más claramente. Me da que Ignacio no es de los que cogen estas dobleces femeninas– le sugirió Natalia.
- Me da mucho palo. Bueno, ya que me quedo sin acompañamiento, te espero y nos tomamos una copa, ¿no?
- Lo siento, Carmen, pero hoy no puedo.
- ¿Y eso? ¿Has quedado con alguien? ¿Se puede saber quién es?
- No. Y además no es asunto tuyo.
Carmen se indignó, agarró el bolso y abandonó la redacción sin despedirse.

Laura caminaba sola por la calle. La misma calle en la que habían matado a Jimena. Como entonces también era de noche. Las farolas apenas ilumibaban la acera. De los portales sólo salía silencio.Las botas de la chica salpicaban algunos charcos. Dio varias vueltas por la manzana hasta que logró encontrar el local que buscaba. Le habían dicho que cerca del lugar del crimen había un club nocturno. También le habían desaconsejado que acudiera sola porque no era apropiado para jóvenes respetables. Pero estaba decidida a investigar a fondo y ya estaba de vueltas de muchos establecimientos inapropiados. Al entrar comprobó que los que le habían hablado del bar no se equivocaban mucho. Dos bailarinas esqueléticas se contoneaban alrededor de una barra mientras que un orondo travesti ponía voz a una copla enlatada. En la barra varios hombres de mediana edad tomaban sus copas con la mirada fija en las estanterías llenas de licores. El camarero, un hombre joven, le sonrió.
- ¿Querías algo o te has perdido?
- Ponme un whisky doble que hoy no puedo beber. Estoy trabajando.
- ¿Ah, sí? ¿Y en qué trabajas?
- Si te lo digo, te tendría que matar… ¿Cómo te llamas?
- Mauricio, pero llámame Mauri – dijo sirviéndole la copa que ella se bebió de un trago.
- Mauri, si, en un suponer, yo necesitara que alguien de este bar me contara algún secretillo nocturno, ¿quién es la persona que maneja más información?
- Pues… supongo que La Toñi. Es la que está cantando. Entonar no entona mucho pero la tía sabe tela.
Laura miró a La Toñi. En ese momento, la artista homenajeba emocionada a Rocío Jurado. La periodista acababa de encontrar a la fuente que necesitaba.

Chiqui Esteban salió de su despacho al ver desde los cristales que Román había vuelto a la redacción después de no pisarla en todo el día.
- Chaval, se te acaba de cumplir el plazo de 24 horas – cuando se acercó observó que el fotógrafo portaba una caja de cartón donde estaba guardando algunos objetos personales - ¿Qué haces?
- No quiero trabajar con tipejos como tú. Así que me voy.
- Me parece estupendo. Aquí no queremos gente débil como tú.
- En cuanto salga por esa puerta ya no trabajaré para ti…
- ¿Y?
- Que ya no tendré reparos en partirte la cara si me sigues calentando…
- Tú sabrás lo que haces con tu vida y por qué le sigues el juego a esa gentuza de El madrugador. Pero a ver ahora de qué vives.
- Te agradezco tu preocupación pero me las sabré arreglar – le respondió mientras le daba la espalda para dirigirse hacia el ascensor.
- Sabes que estás cometiendo el error de tu vida, ¿no?
Román no contestó. Chiqui Esteban volvió a dirigirse hacia él.
- La hundiré de todas formas. Si lo has hecho por ella, ten claro que la hundiré igualmente.
El fotógrafo entró en el ascensor, se giró y miró a la cara del que hasta entonces era su jefe.
- Ten cuidado y no vayas a ser tú el que se hunda.
Las puertas del ascensor se cerraron y ahogaron la contestación del subdirector.

Natalia se bajó del autobús. Miró el reloj y aceleró el paso. Llegaba tarde. Dobló varias esquinas. En el polígono industrial contó hasta llegar a la cuarta nave. Encontró el gran edificio de frente. Se acercó a la puerta y utilizó el código acordado. Cuatro golpes secos y rápidos con el puño y dos toques al timbre. Tardaron en reaccionar. El enorme portón se abrió con un chirriante crujir metálico. Un hombre de hábito blanco con capucha la saludó.
- Hossana, hermana.
- Hossana.
Natalia entró y el hombre del hábito cerró tras comprobar que no había nadie fuera.

Laura aguardó a que La Toñi hiciera un descanso en su actuación para abordarla en su camerino. La artista retocaba su maquillaje cuando la periodista entró.
- Fotos, no – le pidió la cantante mientras tapaba su rostro con una mano.
- Toñi. Eres fantástica. Soy una admiradora tuya. No hay nadie que haga la Jurado como tú.
- En realidad, sí. La Estefanía pero se la llevó la mardita droga. Así que ahora sólo queda una serviora.
- Eres muy grande, Toñi. Y es que la cosa en la calle está muy mal, ¿no te parece?
- A mí me da igual. Yo soy como el café de levante, disfruto por detrás y por delante…
- Mayor verdad no la habría dicho yo. ¿Pero no tienes miedo de tantos hombres peligrosos que hay por las calles?
- Yo soy como la Pantoja. Polla que veo, polla que se me antoja.
Ante tantas evasivas, Laura decidió ir al grano.
- Toñi. Sé que tú estás muy al tanto de todo lo que pasa por estos bajos fondos. No te voy a engañar. ¿Sabes algo del crimen que hubo aquí al lado el otro día? Mataron a una chica.
- ¿Eres pulisía?
- No. Soy periodista. Y sólo busco la verdad.
- Pues yo te puedo ayudar. Yo lo vi todo.

Alejandro veía la televisión en la habitación del hotel cuando llamaron a la puerta.
- ¡Abre! – le dijo a su novia.
Marta acababa de salir del cuarto de baño. Al abrir, se encontró con cuatro agentes de policía. Uno de ellos apuntaba con un arma. No esperaron respuesta. Entraron rapidamente en la estancia, dejaron atrás a la chica y se dirigieron hacia el interior. Cuando ella pudo volverse, ya habían esposado a su novio.
- Pero. ¿qué es esto? Exijo una explicación – protestó él.
- Alejandro Massia. Está usted detenido.
- Pero, ¿por qué? – preguntó indignado.
- Por el asesinato de Jimena María Alcollante.
Marta rompió en un amargo llanto.

Eva tiró la cuarta horquilla malgastada. Habían intentado forzar la cerradura de Jimena tantas veces que la periodista se vino abajo.
- Nada. Que no hay manera.
- Déjame probar – le animó Eduardo.
La chica estaba ya tan desesperada que ni siquiera oyó cuando el fotógrafo logró abrir la puerta . Cuando se dio cuenta, dio un salto de alegría.
- Vales un potosí, Eduardo. Recuérdame estas cosas cuanto te critico las fotos que me traes a veces.
Ambos entraron. La casa estaba en silencio. A través de su fuente policial, Javier, Eva sabía que el registro de la casa de Jimena no había aportado ninguna pista aclaratoria pero ella sí podía conseguir muchos detalles valiosos para un reportaje lleno de detalles.
- Pero, ¿qué es eso? – se extrañó Eduardo.
- Parece un invernadero.
En una especie de solarium se acumulaban cientos de plantas en flor. Predominaban rosas de todos los colores pero llamaban la atención las rojas por su gran tamaño.
- Le gustaban mucho las flores. Siempre iba con una en la mano – recordó el fotógrafo.
- Hemos de darnos prisa. Hay que mirar en cajones y armarios. Todo puede ser valioso.
El hombre se detuvo.
- No sé, Eva. Esto está mal. Jimena está muerta. Esto es como una profanación…
- Esto es periodismo de investigación.
Pero la discusión fue corta porque en ese momento ambos oyeron como unas llaves abrían las puerta de la casa. Sin hablarse, los dos corrieron a esconderse tras una cortina. Estaban temblando por miedo a ser descubiertos. Escucharon unos pasos. Sonaban duros y pesados. Pertenecían a una sola persona. Parecía conocer la casa porque entró directamente en el solarium. Eduardo vio como Eva sacaba la cabeza de la cortina y se asustó del atrevimiento. La chica mudó de gesto sorprendida pero no pudieron intercambiar palabras. Los pasos se acercaron a la cortina pero, en seguida, se distanciaron, realizaron un corto camino hasta la puerta, que volvió a cerrarse. La casa se quedó de nuevo vacía. Eduardo suspiró aliviado y ambos salieron del escondite.
- ¿Le has podido ver?
- Sí – respondió ella secamente como en shock.
-¿Y?
- No te lo vas a creer. Era ese empresario…
- ¿Quién?
- Chaflers.

lunes, 10 de marzo de 2008

CAPÍTULO III: EL PODER DE UNA FOTO

(En capítulos anteriores: Marta Alcollante Palomo ha prometido vengarse del asesino de su hermana Jimena. La Policía investiga sin apenas pistas. Dos hombres lloran su pérdida. Chiqui Esteban, subdirector de La verdad, se derrumba ante su tumba, mientras que Eduardo, fotógrafo en El madrugador, se desploma ante las cientos de imágenes que tomó de la chica en vida.Pero sólo un misterioso profesional de la cámara dispone de las fotos claves del crimen…)
El asesino de Jimena le clavó tres puñaladas y la dejó desangrarse en la calle.

El titular de portada aparecía a grandes letras en negrita. En el interior, El madrugador dedicaba cuatro páginas al suceso que había conmocionado a la ciudad. En las dos primeras, Eva realizaba un pormenorizado detalle del crimen, con todos los datos de la autopsia preliminar que había conseguido a través de Javier, su principal fuente policial. También describía las primeras acciones de la Policía para encontrar al culpable, que eran bastante escasas, y que incluían la convocatoria de un interrogatorio con la hermana de la víctima ese mismo día. Las palabras que Marta dedicó a Libertad ocupaban la tercera página. La becaria se había construido un curioso reportaje a través de una descripción minuciosa del funeral y de una disección de cada palabra pronunciada por la chica y su novio Alejandro. La última página se había reservado para otros detalles llamativos. En ella, Eva explicaba la presencia del subdirector de La verdad, Chiqui Esteban, en el cementerio, sin omitir su proclama ante la tumba de rodillas ni referencias a los rumores que apuntaban a una relación con la víctima. Pero, sin duda, lo que más llamaba la atención de la edición de El madrugador eran las impresionantes fotografías, en las que la joven apuñalada yacía en el suelo, muerta en la noche, sin nada que la cubriera. Eva se fijó en la firma.
- ¿Quién coño es Corrales? – se preguntó en voz alta. En ese momento, la puerta del despacho del director se abrió. Ignacio salió y llamó con la mano a la redacción. Junto a él, estaba el mismo hombre que el día anterior le había entregado las fotografías del crimen.
- Un poco de atención. Quería presentarles a nuestro nuevo fichaje. Se llama Corrales y será nuestro nuevo fotógrafo de sucesos. Portaros bien con él.
El chico sonrió levemente y saludó casi con pereza. Carmen se acercó al oído de Natalia.
- ¡Qué guapo es! – suspiró Carmen.
- Yo lo veo un poco de la calle.
- No me refiero al nuevo. Hablo de Ignacio. Desde lo que pasó ayer no me lo quito de la cabeza.
- A mí el nuevo me recuerda a alguien… O a algo…
Eva fue la primera en levantarse y saludar a Corrales. Forzó una sonrisa al acercarse.
- Bienvenido – le dijo a viva voz pero enseguida le susurró – ya hablaremos tú y yo sobre tus métodos de obtención de fotografías.
- Dejaros de secretitos – interrumpió el director – Trabajaréis juntos en el caso. Quiero que mañana haya otro especial sobre el crimen. Hoy se la hemos metido doblada a La verdad.
- Yo suelo trabajar solo – protestó el fotógrafo.
- Bueno, seguro que los dos os entenderéis a las mil maravillas.
Corrales se alejó con el rostro serio para cruzar la puerta de salida. Eva e Ignacio se le quedaron mirando.
- Pero, ¿quién es ese tío? – preguntó la chica indignada.
- El que hoy nos va a hacer vender miles de periódicos.
- Y lo fichas así sin más, sin curriculum, sin recomendaciones, sin antecedentes penales… Ignacio, que tiene fotos de la muerta antes de que lleguen los maderos. ¿Quién te dice a ti que no la mató y luego le hizo fotos?
- Fue lo primero que le pregunté.
- ¿Y qué te dijo? – dijo Eva algo sorprendida.
- “Puedo ser muchas cosas pero no un asesino”. Eso fue lo que me dijo.
En ese momento, Corrales cruzó la puerta del final del pasillo. Cuando estaba a punto de cerrarse, volvió de nuevo abrirse. Pero no era el fotógrafo. Era Chiqui Esteban, que se acercó hasta el director y Eva visiblemente enojado. Llevaba en la mano un ejemplar de El madrugador, que tiró en la cara de Ignacio.
- ¡Esto es una basura!
Ignacio se recompuso y le contestó sonriendo.
- Basura es lo que ha sacado hoy tu periódico. Mucha infografía y mucho dibujito pero, al final, no tenéis nada.
Toda la redacción contemplaba el enfrentamiento.
- No hacéis periodismo – y se dirigió a la redactora de sucesos – Esto que has sacado sobre mí… No tienes ni idea… Es… es…
- Se le llama exclusiva. Parece que no te salen palabras. No sé cómo has llegado a subdirector – contestó Eva en un tono burlón.
- Es una infamia.
- No hemos puesto nada que sea mentira.
El subdirector de La verdad recogió el periódico de la competencia del suelo y lo abrió por su página.
- "Chiqui Esteban, al que toda la redacción de su medio atribuye una relación amorosa con la víctima, se postró ante la tumba y preguntó dónde estaba su rosa. No sabemos si ignoraba su nombre (Jimena) o bien era un curioso juego sexual entre ambos" – leyó en voz alta - ¿Esto es periodismo?
Eva iba a hablar pero Ignacio no la dejó.
- Mira, Chiqui, me imagino que estás pasando por unos malos momentos. Primero lo de tu novia…
- No era mi novia…
- Lo que sea y ahora el fracaso de tu periódico. Insultarnos puede descargarte pero no va a solucionar tus problemas. Es mejor que te vayas si no quieres que llamemos a seguridad…
Chiqui Esteban miró a su alrededor. Toda la plantilla de El madrugador le miraba. Comenzó a sudar y decidió marcharse. A medio camino se volvió.
- Esto no se acaba aquí – sentenció. Y su mirada la dirigió a Eva.

En la sede de la Policía de Cádiz, la nueva comisaria, Alejandra, se estrenaba en el cargo. En su primer día de trabajo, tenía que lidiar con un asesinato en plena calle. Sabía que el nuevo puesto no le iba a ser fácil. Había tenido que enfrentarse a las reticencias de los más veteranos por su juventud y por su condición de mujer. Pero estaba dispuesta a dejarles con la boca callada. Para demostrar que nadie se había equivocado al nombrarla. Javier abrió la puerta.
- Comisaria. Ya ha llegado la hermana de la asesinada.
- Que pase.
Alejandra se levantó. Marta entró en su despacho. Mantenía sus gafas oscuras y no iba sola. La acompañaba su novio Alejandro, que la sostenía por una mano.
- Siéntense – invitó la comisaria – Antes que nada, le transmito mis condolencias. Creo que era la única familia que tenía.
- Ahora yo soy su única familia – cortó en seco el chico. Su novia lloraba.
- ¿Cuándo fue la última vez que la vio?
- Hacía mucho tiempo, quizás cuatro años, cuando se fue de casa. Me dejó sola.
- ¿Sus padres ya habían muerto?
- En realidad, sólo teníamos madre. Fue madre soltera. Nunca conocimos a nuestro padre… Mi madre murió poco después de que Jimena se marchara. Enfermó gravemente… y no pudo aguantar. Mi hermana ni siquiera vino al funeral…
- ¿No se llevaban bien?
- Jimena no se llevaba bien con nadie…
- ¿A qué se dedicaba cuando se fue de casa? ¿Ya era periodista entonces?
- ¿Periodista? ¿Mi hermana? No, claro que no. ¿Cómo se le ocurre?
- Su hermana trabajaba ahora en un periódico local. ¿No lo sabía?
- No. Mi hermana era bióloga. Siempre fue una mujer de ciencias. Estaba siempre en los laboratorios y con un montón de libros sobre flores y plantas. Otra cosa no, pero fue una excelente estudiante. Siempre sacaba matrícula de honor. Todos pensábamos que acabaría ganando el Nobel pero… - Marta se echó a llorar.
La comisaria trató de consolarla pero era imposible.
- Podríamos dejarlo para mañana. Sigue en shock – sugirió Alejandro.
La comisaria asintió y ambos abandonaron el despacho. El chico la abrazaba hasta que Marta se soltó.
- Se me ha olvidado el bolso en el despacho.
La joven cruzó la sede policial y entró sin llamar. Cogió el bolso que había dejado deliberadamente en la silla. Alejandra la miró extrañada cuando Marta se le acercó al oído.
- Le he mentido. Supe de Jimena hace muy poco. Mi hermana me llamó hace cuatro días. Estaba muy nerviosa y sólo acertó a decirme: Sé quién es Alejandro. Aléjate de él – sollozó. Alejandra la intentó consolar pero ella agarró el bolso y abandonó rápidamente la estancia. A lo lejos, la comisaria pudo ver como Marta se abrazaba a su novio.

Laura entró en la redacción de El madrugador. Pasaban las dos de la tarde y lucía unas grandes gafas negras con las que ocultaba media cara. Natalia la vio llegar y no pudo evitar dirigirse a ella. - ¿Qué? ¿Otra noche de juerga?
- No. Es que tengo conjuntivitis.
- Sí, claro.
Laura no hizo caso a la chica y siguió caminando hasta el despacho del director. No llamó a la puerta. Ignacio se estaba poniendo la chaqueta.
- Voy a poner cerrojos en esa puerta. ¿Qué quieres ahora, Laura? Ya me iba a comer.
- Quiero pedirte disculpas por mi comportamiento de estas semanas. Estoy dispuesta a cambiar.
- Me parece muy bien…
- Claro. A cambio quiero un tema de entidad. Estoy harta de reportajes tiroriro. Quiero un asunto de portada. Estoy dispuesta a encargarme del crimen de Jimena María Alcollante.
El director no pudo evitar una carcajada.
- Laura. Estoy convencido de la capacidad financiera de tu padre. Pero creo que ese tema te queda un poquito grande. Vamos, sin ofender.
- ¿Qué tengo que hacer para que me des ese tema?
- Me tendrías que traer una entrevista a cara descubierta con el asesino.
- Hecho. Comenzaré a investigar esta misma tarde...
Laura abandonó la habitación. Ignacio se quedó con la palabra en la boca.
- ¿Y ahora quién hace el reportaje de la plantación de coliflores en los jardines de la ciudad?

En la redacción de La verdad la tensión se cortaba. El subdirector había tenido ya broncas con casi toda la redacción. Acababa de llamar a su despacho a uno de sus fotógrafos.
- Siéntate, Román. No me voy a andar con tapujos. Tu puesto está en al aire ahora mismo. Habrás visto las fotos de El madrugador.
- Sí. Pero algo raro tiene que haber ahí porque…
- Me da igual. Todo lo que digas serán excusas baratas. Vas a tener que espabilarte…
- Yo había pensado que ya que Jimena trabajaba para nosotros y usted la conocía, a lo mejor podríamos pegar un pelotazo sacando una foto suya ya que El madrugador no la ha sacado…
- ¡Cállate! No sé cómo se te ocurre semejante cosa. Estás al borde del despido y sólo hay una cosa que puedes hacer. Tú conoces a Eva, ¿no?
- ¿La de El madrugador?
El subdirector asintió.
- Digamos que la conozco bíblicamente hablando…
- Haz lo que tengas que hacer. Pero a esa mujer hay que hundirla. Tráeme las peores fotos suyas que tengas, saca todos sus trapos sucios, quiero saber todas sus debilidades , qué tenemos que hacer para machacarla…
- Sinceramente, no creo que…
- O eso o estás en la puta calle. Y sé que no estás precisamente en tu mejor momento económico.
Román iba a hablar pero tuvo que callarse. Cuando iba a salir del despacho, el subdirector volvió a dirigirse a él.
- Tienes 24 horas.

Eva llamó al telefonillo por quinta vez. Eduardo no contestaba. Había estado llamando al móvil del fotógrafo durante toda la mañana, así que había decidido buscarle en su casa. Pero sus intentos volvían a malograrse.
- ¿Dónde coño estás?
Quería contarle todas las novedades del día, incluida la aparición de Corrales. Su objetivo era que Eduardo le ayudara a investigar en su edificio, el mismo donde vivía Jimena. Su idea final era, incluso, tratar de entrar en el domicilio de la chica. La periodista no se dio por vencida. Aprovechó que una vecina salía del portal para entrar en el inmueble. En el cuarto piso llamó varias veces a la puerta de Eduardo. No hubo respuesta. Acercó su oreja a la madera para tratar de escuchar algún sonido al otro lado. No oyó nada. La chica abrió el bolso y sacó una llave. El fotógrafo se la había dejado una vez hace unos años cuando realizó un largo viaje. Se supone que entonces tenía que regarle las plantas pero ahora recordaba haber dado otros usos a aquel piso. El chirrido de las bisagras rompió el silencio. Eva adelantó su cabeza y miró a un lado y otro.
- ¿Eduardo?
Nadie le respondió. La casa parecía vacía. Entró en el salón y la puerta se cerró detrás de ella. La joven se asustó. Quería disimular pero aquella aparente calma la aturdía. Sentía como si, de pronto, fuera a estallar la tormenta. Había algunos platos en el fregadero. Dos moscas se alimentaban de restos de comida. Avanzó hacia el pasillo. No encontró nada en el dormitorio ni en el cuarto de baño. Atrás fue dejando alguna puerta cerrada. Al fondo, había una entreabierta. Era una habitación oscura.
- ¿Hay alguien ahí? – preguntó con voz temblorosa.
Empujó con cuidado la puerta. La penumbra le impedía ver nada. Alargó la mano en busca del interruptor. Cuando lo pulsó, quedaron ante ella las cientos de fotografías que Eduardo había hecho de la joven apuñalada. En el suelo de madera había escrito un mensaje: Jimena, te quiero. La periodista se llevó la mano a la boca horrorizada cuando escuchó un ruido a sus espaldas. Al girarse, Eduardo le aguardaba blandiendo un cuchillo con la mirada perdida.
- ¡Eduardo! ¡Fuiste tú!…