
- La primera vez que me pegó fue por haberle dado un café demasiado caliente. Me dio tal bofetada que estuve una semana sin oír nada. Me pidió disculpas y yo le perdoné. Luego vinieron más. Y cada vez más fuertes. Una vez le dije que no podía más, que me iba de casa, que no tenía fuerzas para resistir más golpes. Me encerró cuatro días en el cuarto de baño sin comida. Sinceramente, no sé cómo pude resistir tanto tiempo. En uno de sus viajes fuera de la ciudad, decidí ser valiente. Fui a comisaría y le denuncié. Fue Corrales el agente que me atendió – reveló Marta a la comisaria Alejandra.
- Fue poco antes de que me ascendieran a la unidad central de homicidios – añadió el chico.
- Analizó mi caso y me intentó ayudar. Trató de que el juez decretara medidas preventivas y le encarcelara. Pero, ¿sabe lo que dijo? Que no tenía ninguna consecuencia visible del maltrato y que era mi palabra contra la suya. Al llegar a casa Alejandro ya había vuelto y me dio tal paliza por no estar esperándole que durante una semana no pude moverme.
- Me di cuenta de que por los métodos normales no podría ayudar a Marta. Ese cabrón seguiría en la calle. Quizá le metiéramos en la cárcel unos días pero volvería a salir e iría a por ella. A esas alturas yo me había enamorado.Entonces fue cuando me ascendieron. A mi cargo tuve la investigación de numerosos crímenes sin resolver en la capital. Asesinatos y homicidios sin culpables. Pensé que si Alejandro no pagaba por el suyo, quizás podría pagar por el de otro. Ideamos un plan para dejar pruebas de Alejandro, por ejemplo sus pelos, en el escenario de un crimen. Como responsable máximo de la investigación, sería yo el encargado de involucrarle. Lo teníamos preparado cuando…
- Cuando me llamó mi hermana Jimena. Hacía años que no sabía nada de ella. Estaba muy alterada. Me dijo que me necesitaba. Que estaba en peligro y me tenía que dar algo. Que viajara hasta aquí urgentemente antes de que le pasara algo malo. Yo me quedé muy preocupada pero le dije que Alejandro no me dejaba viajar. Ella no sabía ni quién era él. Y me rogó que acudiera. Estaba llorando. Así que acepté. Quedamos a una hora en un bar llamado La Salamanquesa, traté de convencer a Alejandro para viajar pero sólo me respondió con una paliza.
- Así que fui yo el que viajó hasta aquí para ese encuentro. Pero llegué tarde. Antes de alcanzar el bar, vi una sombra que corría y alguien que yacía en el suelo. Supe que era Jimena por las fotos y las indicaciones que me había dado Marta. Estaba muerta. Todo fue muy rápido. Se me ocurrió dejar los pelos de Alejandro sobre ella. Escuché llegar a la Policía, saqué la cámara que llevo siempre y me puse a hacer fotos para simular que era fotógrafo de prensa y justificar así mi presencia allí. Pensé que también podía ser una forma de seguir de cerca la investigación sin necesidad de revelarme como policía.
- Fue un plan loco. Utilizar a mi hermana para encarcelar a Alejandro. Pero en aquel momento era lo único que tenía. Mi hermana había muerto y yo seguía con un criminal en casa. Necesitaba una vía de escape. Entiéndame…
Alejandra había escuchado su relato sin inmutarse. Con la mirada, ordenó retirarse a los dos agentes que la acompañaban. Los tres se quedaron solos en la habitación. La comisaria les miró con seriedad.
- Sé por lo que has pasado, Marta. Y te creo.
Sorprendentemente, Román acudía puntual a su cita. Le interesaba. Aquel encuentro debía servir para cobrar su suculenta paga por las fotos ante el edificio del polígono industrial. El hombre que le había abordado la primera vez le aguardaba en la barra del mismo bar. El fotógrafo le entregó las imágenes.
- Hay cientos de ellas. Espero que le sirvan.
- Muchas gracias. Aquí tiene lo acordado – ambos se intercambiaron sobres. Los dos comprobaron el contenido con prudencia y con la mirada aprobaron las respectivas entregas. Román extendió el brazo.
- Ha sido un placer. Aquí me tiene para cuando me necesite.
El hombre le respondió con el mismo gesto pero cuando ambos se estrecharon la mano, Román notó un papel entre sus dedos.
- ¿Qué es esto?
- Ábralo. Es un mensaje para usted.
El fotógrafo obedeció extrañado. Era una cuartilla escrita a mano. Pronto reconoció la autoría. Su corazón latió con intensidad.
- ¿Dóndé está? - preguntó intrigado Román.
- Ha vuelto a la ciudad y quiere verle.
Eduardo llamó al timbre de la casa de Eva. La subdirectora de El madrugador le había mandado recopilar todas las fotos que le había hecho a a Jimena en vida para tratar de poder obtener alguna pista más. Cuando abrió la puerta, ella hablaba por el móvil.
- Sí, Laura, vente para mi casa (…) Eduardo y yo estamos sobre una pista importante (…) Sí, claro que puede venir Mauri (…) Sí, tengo coctelera, no hace falta que traigas tú ninguna (…) Vale, nos vemos.
Eva colgó, cogió la caja que traía Eduardo y vacío el contenido sobre la mesa principal de su salón. Cientos de imágenes se esparcieron por la madera.
- Tan enamorado estabas de ella que ni te diste cuenta que estaba embarazada… - le reprochó Eva mientras rastreaba las fotos.
- ¿Embarazada? Eso es imposible. No le noté nada.
- ¿Cuáles son las últimas fotos que le hiciste?
Eduardo echó un vistazo por encima y seleccionó algunas sin demasiada seguridad.
- Pueden tener unos tres meses. La verdad es que últimamente salía poco.
- Aquí lleva ropa más ancha. Si estaba embarazada, estaba haciendo un esfuerzo por ocultarlo. Pero, ¿por qué?
- Quizás no quería que el padre se enterase.
- Quizá el padre del niño es el asesino.
- Pero, ¿la asesina no era una mujer?
- Quizás Jimena se lío con un hombre casado, la esposa se enteró y la mató. Pero no sé… creo que este caso es algo más complicado – Eva se fijó de nuevo en las fotos - ¿Por qué en todas las fotos lleva una flor en la mano?
- Ya te lo dije. Siempre iba con una rosa.
- O era una hortera o esas flores son una pista fundamental. Piensa. Chaflers monta una empresa de flores donde se reúne una especie de secta. Sabemos que Jimena plantaba flores en su casa y siempre iba con una rosa en la mano. Y también sabemos que Chaflers tenía acceso libre a casa de Jimena, donde, por cierto, su invernadero ha sido saqueado.
Eva miró a Eduardo, quien parecía que hacía tiempo que había dejado de escucharla. Miraba las imágenes y tenía los ojos llorosos .
- Aún la quieres, ¿no?
- No sé. Es como si durante estos últimos días me hubiese olvidado de ella y ahora, de nuevo, su recuerdo…
- He sido una insensible haciéndote traer estas fotos. Lo siento…
- No te preocupes. ¿Cuándo vamos a investigar a ese Chaflers?
- Tenemos que ser cautos. Nuestra amistad con Laura nos puede permitir acercarnos a él. Creo que ella ignora todo sobre su padre. Pero a ella debemos darle los datos justos. Por si acaso…
El hombre le respondió con el mismo gesto pero cuando ambos se estrecharon la mano, Román notó un papel entre sus dedos.
- ¿Qué es esto?
- Ábralo. Es un mensaje para usted.
El fotógrafo obedeció extrañado. Era una cuartilla escrita a mano. Pronto reconoció la autoría. Su corazón latió con intensidad.
- ¿Dóndé está? - preguntó intrigado Román.
- Ha vuelto a la ciudad y quiere verle.
Eduardo llamó al timbre de la casa de Eva. La subdirectora de El madrugador le había mandado recopilar todas las fotos que le había hecho a a Jimena en vida para tratar de poder obtener alguna pista más. Cuando abrió la puerta, ella hablaba por el móvil.
- Sí, Laura, vente para mi casa (…) Eduardo y yo estamos sobre una pista importante (…) Sí, claro que puede venir Mauri (…) Sí, tengo coctelera, no hace falta que traigas tú ninguna (…) Vale, nos vemos.
Eva colgó, cogió la caja que traía Eduardo y vacío el contenido sobre la mesa principal de su salón. Cientos de imágenes se esparcieron por la madera.
- Tan enamorado estabas de ella que ni te diste cuenta que estaba embarazada… - le reprochó Eva mientras rastreaba las fotos.
- ¿Embarazada? Eso es imposible. No le noté nada.
- ¿Cuáles son las últimas fotos que le hiciste?
Eduardo echó un vistazo por encima y seleccionó algunas sin demasiada seguridad.
- Pueden tener unos tres meses. La verdad es que últimamente salía poco.
- Aquí lleva ropa más ancha. Si estaba embarazada, estaba haciendo un esfuerzo por ocultarlo. Pero, ¿por qué?
- Quizás no quería que el padre se enterase.
- Quizá el padre del niño es el asesino.
- Pero, ¿la asesina no era una mujer?
- Quizás Jimena se lío con un hombre casado, la esposa se enteró y la mató. Pero no sé… creo que este caso es algo más complicado – Eva se fijó de nuevo en las fotos - ¿Por qué en todas las fotos lleva una flor en la mano?
- Ya te lo dije. Siempre iba con una rosa.
- O era una hortera o esas flores son una pista fundamental. Piensa. Chaflers monta una empresa de flores donde se reúne una especie de secta. Sabemos que Jimena plantaba flores en su casa y siempre iba con una rosa en la mano. Y también sabemos que Chaflers tenía acceso libre a casa de Jimena, donde, por cierto, su invernadero ha sido saqueado.
Eva miró a Eduardo, quien parecía que hacía tiempo que había dejado de escucharla. Miraba las imágenes y tenía los ojos llorosos .
- Aún la quieres, ¿no?
- No sé. Es como si durante estos últimos días me hubiese olvidado de ella y ahora, de nuevo, su recuerdo…
- He sido una insensible haciéndote traer estas fotos. Lo siento…
- No te preocupes. ¿Cuándo vamos a investigar a ese Chaflers?
- Tenemos que ser cautos. Nuestra amistad con Laura nos puede permitir acercarnos a él. Creo que ella ignora todo sobre su padre. Pero a ella debemos darle los datos justos. Por si acaso…
- ¿Y Natalia? ¿Y Chiqui Esteban? Ellos estaban también en esa reunión extraña de la secta...
- Hay tantos cabos sueltos. Pero a Natalia hay que cogerla un día por banda...
- Por cierto, ¿has hablado con Román? - preguntó Eduardo para cambiar de tercio.
- Y dale con Román. Mira, no le deseo ningún mal… Si quieres habla con él y dile que se entreviste directamente con Ignacio. Por si él le quiere dar una oportunidad...
- Lo sabía. Aún sientes algo por él. Todavía queda algo entre vosotros.
- No te equivoces, Eduardo… - pero no terminó la frase. Eva volvió a dirigir su mirada hacia las fotos de Jimena. En una de ellas, la chica salía de comprar el pan. Llevaba un jersey anchísimo, una bolsa con la compra en una mano y en la otra una rosa de un intenso rojo.
Natalia acabó su reportaje. En la redacción de El madrugador había numerosos puestos vacíos. Su compañera Carmen no había acudido a trabajar. Le había dejado numerosos mensajes pero no contestaba. Ningún jefe le había pedido explicaciones porque, entre otras razones, tampoco ninguno había acudido a su trabajo. El despacho de Ignacio permanecía cerrado desde temprano. Se había excusado por la mañana y no había regresado. Ni el jefe de edición, Corrales, ni la subdirectora, Eva, habían aparecido por el periódico. En cambio, en La verdad la actividad era frenética. Libertad no había parado desde que se sentó frente al ordenador. Antes había ido a un pleno municipal, tres ruedas de prensa y había cubierto la inauguración de una exposición de pintura. Chiqui Esteban entró en la redacción tras varias horas de ausencia y la saludó.
- ¿Qué, Libertad? ¿Qué hay de nuevo en el crimen de Jimena?
- Pues no he podido investigar nada. Vengo de un pleno y de…
- Mira, aquí no se te paga por dar excusas. Ya no eres una becaria. Queremos resultados.
- Pero…
- Mal empiezas una frase si la inicias con un pero…
- Ahora me pongo con eso.
El subdirector sonrió y se marchó a su despacho.
La comisaria Alejandra se sentó en la cama de la habitación de Marta y Corrales e invitó a ambos a hacer lo mismo en las dos sillas de las que disponía el cuarto.
- Tendría razones suficientes para meterles a los dos en la cárcel. Pero creo que se cometería una injusticia. Así que debemos llegar los tres a un acuerdo. No abandonarán la ciudad de momento… - Pero Alejandro vendrá a por mí… - suplicó Marta.
- Le pondré vigilancia especial. No se preocupe. Tendrá usted la consideración de testigo protegido.
- Nada le detendrá…
Alejandra se acercó a Marta y le agarró las manos para tranquilizarla.
- Le aseguro que nunca más le volverá a hacer daño. Es una promesa personal… - entonces miró a Corrales – Necesito su ayuda. He oído que usted es un gran policía. Su ascenso no fue regalado. Sinceramente, estoy bastante perdida con las dos últimas muertes, la de Jimena y la de una cantante que murió en el mismo bar que Marta quedó con su hermana. Creo que ambos están vinculados.
- Haré lo que pueda. Trabajaremos juntos.
- Sí, pero usted mantendrá su identidad aquí como fotógrafo. Le necesito en El Madrugador. Sé que tengo un chivato en mi comisaría, alguien que está facilitando toda la información sobre las investigaciones a la prensa. Quiero su nombre y así me olvidaré que usted ha colocado pruebas falsas en el escenario de un crimen…
Corrales asintió y rubricó con su mirada el pacto con la comisaria.
Eva abrió la puerta tras escuchar el timbre. Laura y Mauri la saludaron.
- ¡Hola, Eva! A ver si me animáis a éste que está de capa caída… - dijo Laura entrando en la casa de la subdirectora con varias bolsas – He traído la merienda.
- Pero si aquí sólo hay botellas de Bayleys... –se extrañó Eduardo al revisar su contenido.
- Sí, pero he traído magdalenas para mojar.
- Laura, aquí hemos venido para cosas serias. Mauri, siéntate donde quieras y pongámonos a trabajar – sentenció Eva en tono serio.
Durante un tiempo los cuatro analizaron las pistas de las que disponían y ordenaron algunos datos. Eva les relató a Laura y Mauri lo que sabían del parto de Jimena y la llamativa insistencia de la chica en llevar siempore una flor en la mano aunque la periodista omitió cualquier información sobre los vínculos que habían encontrado entre la fallecida y Chaflers, el padre de Laura. Ninguno parecía sacar conclusiones certeras y sus indagaciones parecieron estancarse cuando sonó, de nuevo, el timbre.
- ¿Quién es? ¿Esperas a alguien? – preguntó el fotógrafo.
- La verdad es que no.
Eva se levantó y se acercó hasta la puerta. Cuando abrió, el gesto de la subdirectora cambió de pronto.
- ¡Marina!
- Hola, Eva. Te he echado de menos.
- ¿Cómo coño te atreves a venir aquí?
Desde el fondo del salón, los otros tres seguían curiosos la conversación.
- ¿Quién es? – preguntó Laura a Eduardo, quien también se había mostrado sorprendido por la visita.
- Es su hermana – respondió el fotógrafo.
- Pues para ser familiar directo, no parece que le tenga mucho cariño.
- ¿Cómo te sentaría a ti haber descubierto a tu hermana montándoselo con tu novio en tu propia cama?
- Por cierto, ¿has hablado con Román? - preguntó Eduardo para cambiar de tercio.
- Y dale con Román. Mira, no le deseo ningún mal… Si quieres habla con él y dile que se entreviste directamente con Ignacio. Por si él le quiere dar una oportunidad...
- Lo sabía. Aún sientes algo por él. Todavía queda algo entre vosotros.
- No te equivoces, Eduardo… - pero no terminó la frase. Eva volvió a dirigir su mirada hacia las fotos de Jimena. En una de ellas, la chica salía de comprar el pan. Llevaba un jersey anchísimo, una bolsa con la compra en una mano y en la otra una rosa de un intenso rojo.
Natalia acabó su reportaje. En la redacción de El madrugador había numerosos puestos vacíos. Su compañera Carmen no había acudido a trabajar. Le había dejado numerosos mensajes pero no contestaba. Ningún jefe le había pedido explicaciones porque, entre otras razones, tampoco ninguno había acudido a su trabajo. El despacho de Ignacio permanecía cerrado desde temprano. Se había excusado por la mañana y no había regresado. Ni el jefe de edición, Corrales, ni la subdirectora, Eva, habían aparecido por el periódico. En cambio, en La verdad la actividad era frenética. Libertad no había parado desde que se sentó frente al ordenador. Antes había ido a un pleno municipal, tres ruedas de prensa y había cubierto la inauguración de una exposición de pintura. Chiqui Esteban entró en la redacción tras varias horas de ausencia y la saludó.
- ¿Qué, Libertad? ¿Qué hay de nuevo en el crimen de Jimena?
- Pues no he podido investigar nada. Vengo de un pleno y de…
- Mira, aquí no se te paga por dar excusas. Ya no eres una becaria. Queremos resultados.
- Pero…
- Mal empiezas una frase si la inicias con un pero…
- Ahora me pongo con eso.
El subdirector sonrió y se marchó a su despacho.
La comisaria Alejandra se sentó en la cama de la habitación de Marta y Corrales e invitó a ambos a hacer lo mismo en las dos sillas de las que disponía el cuarto.
- Tendría razones suficientes para meterles a los dos en la cárcel. Pero creo que se cometería una injusticia. Así que debemos llegar los tres a un acuerdo. No abandonarán la ciudad de momento… - Pero Alejandro vendrá a por mí… - suplicó Marta.
- Le pondré vigilancia especial. No se preocupe. Tendrá usted la consideración de testigo protegido.
- Nada le detendrá…
Alejandra se acercó a Marta y le agarró las manos para tranquilizarla.
- Le aseguro que nunca más le volverá a hacer daño. Es una promesa personal… - entonces miró a Corrales – Necesito su ayuda. He oído que usted es un gran policía. Su ascenso no fue regalado. Sinceramente, estoy bastante perdida con las dos últimas muertes, la de Jimena y la de una cantante que murió en el mismo bar que Marta quedó con su hermana. Creo que ambos están vinculados.
- Haré lo que pueda. Trabajaremos juntos.
- Sí, pero usted mantendrá su identidad aquí como fotógrafo. Le necesito en El Madrugador. Sé que tengo un chivato en mi comisaría, alguien que está facilitando toda la información sobre las investigaciones a la prensa. Quiero su nombre y así me olvidaré que usted ha colocado pruebas falsas en el escenario de un crimen…
Corrales asintió y rubricó con su mirada el pacto con la comisaria.
Eva abrió la puerta tras escuchar el timbre. Laura y Mauri la saludaron.
- ¡Hola, Eva! A ver si me animáis a éste que está de capa caída… - dijo Laura entrando en la casa de la subdirectora con varias bolsas – He traído la merienda.
- Pero si aquí sólo hay botellas de Bayleys... –se extrañó Eduardo al revisar su contenido.
- Sí, pero he traído magdalenas para mojar.
- Laura, aquí hemos venido para cosas serias. Mauri, siéntate donde quieras y pongámonos a trabajar – sentenció Eva en tono serio.
Durante un tiempo los cuatro analizaron las pistas de las que disponían y ordenaron algunos datos. Eva les relató a Laura y Mauri lo que sabían del parto de Jimena y la llamativa insistencia de la chica en llevar siempore una flor en la mano aunque la periodista omitió cualquier información sobre los vínculos que habían encontrado entre la fallecida y Chaflers, el padre de Laura. Ninguno parecía sacar conclusiones certeras y sus indagaciones parecieron estancarse cuando sonó, de nuevo, el timbre.
- ¿Quién es? ¿Esperas a alguien? – preguntó el fotógrafo.
- La verdad es que no.
Eva se levantó y se acercó hasta la puerta. Cuando abrió, el gesto de la subdirectora cambió de pronto.
- ¡Marina!
- Hola, Eva. Te he echado de menos.
- ¿Cómo coño te atreves a venir aquí?
Desde el fondo del salón, los otros tres seguían curiosos la conversación.
- ¿Quién es? – preguntó Laura a Eduardo, quien también se había mostrado sorprendido por la visita.
- Es su hermana – respondió el fotógrafo.
- Pues para ser familiar directo, no parece que le tenga mucho cariño.
- ¿Cómo te sentaría a ti haber descubierto a tu hermana montándoselo con tu novio en tu propia cama?